Un noviembre para Mántici desde la Radio

No debe finalizar este mes de noviembre, sin recordar al menos someramente que hubiera cumplido 110 años uno de los grandes de la cultura cubana, a quien nuestra radio también le debe mucho: Enrique González Mántici. Basta con decir Mántici en la música cubana: es único.

Nació en la ciudad de Sagua la Grande, entonces provincia Las Villas con capital en Santa Clara, actual provincia Villa Clara, el 4 de noviembre de 1912; sus primeros estudios de solfeo y violín fueron impartidos por su madre María Vicenta Mántici Caraballo, y en general con su familia, luego de que esta se había trasladado para la Habana, donde comenzó en el colegio de La Salle con el músico cubano José Walls, para estudiar luego en otros conservatorios.

Recibiría clases de composición con Rafael Pastor y el gran habanero Emilio Grenet, once años mayor que él, pero una de las cimas de nuestra música.

En 1928 se graduó de profesor de música en «La Milagrosa», un afamado centro de instrucción musical habanero, donde alcanzó sobresalientes notas en composición y orquestación.

Pero ya en 1923, según Carlos Molano Gómez (Encuentro Latino Radio, Bogotá, Colombia, 2020) había ofrecido su primer concierto público en la Academia de Ciencias de La Habana.

En 1934, Mántici fue primer violín del Cuarteto Clásico de La Habana, integrado por alumnos de Juan Valls; y en ese mismo año 1934 ingresó en la sección de violines primeros y sería primer violín de la Orquesta Sinfónica de La Habana, que dirigía otro grande: Gonzalo Roig.

Llegaría a dirigir la orquesta cooperativa de música popular Riverside, de la que había sido fundador en 1938 junto a otros jóvenes instrumentistas y con la que hizo una gira por Venezuela, donde grabaron con Pedro Vargas y Miguelito Valdés, luego la flamante orquesta Riverside a la que cinco años después, dirigiría el saxofonista Pedro Vila, y en los años 50, dio a conocer en toda América Latina el jazz latino y los ritmos cubanos de raíces africanas; en cuya promoción, claro está, protagonizó la radio de cada país.

Molano resalta su casi silenciado pero excepcional trabajo con orquestas en Santiago de Chile, Buenos Aires y Uruguay.

Al iniciar la década de 1940, dirigió la orquesta de la emisora radial Mil Diez, con quien grabara sus primeros trabajos Celia Cruz, y donde introdujo cambios esenciales en el trabajo usual de las orquestas para emisoras, al estructurar programas de concierto.

En los años 1950 llegó a ser director musical del circuito de radioemisoras CMQ, plaza que ocuparía más tarde en los programas musicales de la televisión cubana.

Se considera representante de la vanguardia nacionalista musical cubana de mediados del siglo XX, al incluir elementos folkloristas a la música de concierto, de forma tal que fundía en su vasta obra lo llamado culto y lo llamado popular.

Mántici también estudió dirección de orquesta con el inmenso austriaco (vienés) Erich Kleiber (1890-1956), quien en 1943 fue invitado por el Patronato Pro Música Sinfónica a dirigir la Orquesta Filarmónica de La Habana, con la que debutó el 25 de marzo de 1943 y su ultimo concierto lo dirigió el 24 de marzo de 1947, mientras estrenó en Cuba El pájaro de fuego, de Igor Stravinsky, y renovó por completo el repertorio de la Filarmónica, muy encomiado entonces por Alejo Carpentier.

Su discípulo Mántici, ya en 1949, fundó junto a Rodrigo Prats, el Instituto Nacional de Música, y llegaría a dirigir la Orquesta de la Radio y de la Televisión.

Entre sus grandes composiciones a Mántici entonces, se le reconocían ya en 1951 su Cuarteto, para cuarteto de cuerdas (música de cámara); en 1953, su Primer concierto para violín y orquesta; en 1954, su Pregón y danza para orquesta, en 1955 su Zapateo, y en 1957, su Segundo concierto para violín y orquesta.

Militó en el Partido Socialista Popular y fue líder sindical entre los músicos, por lo que tuvo que enfrentar las persecuciones durante el Batistato y finalmente, en 1957, emigrar a Rusia, vía México, con pasaporte falso. En Moscú ingresó en el Conservatorio Chaiskovski, donde como discípulo de Anosov, Gauk y Guinsburg, alcanzó resultados destacados al ser premio en su concurso, y después, jurado en orquestación.

Al regresar a Cuba fundó la Orquesta de Aire, dedicada a la música sinfónica para radio, lo que era todo un aporte para este medio.

También fue el primer director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional fundada en 1961, y desde 1964, profesor de la cátedra de dirección de orquesta de la Escuela Nacional de Arte.

Su elevada calidad musical lo llevó a los más exigentes escenarios europeos, donde dirigió afamadas orquestas sinfónicas como la de Leipzig, Berlín y la de la Radio de la Unión Soviética, dejando su huella también en las radios europeas.

Escribió música para ballet en su condición de director musical entre 1952 y 1957 del Ballet de Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba, con el que realizó giras por Sudamérica, y fue director musical de la relevante Sociedad Pro-Arte Musical.

Otras de sus obras de estos años sobresalen también, y de 1960, se citan Tres piezas para piano; su ballet Cimarrón, y la marcha Guerrillero (o Guerrillero heroico), que, fechada en 1958 como “música para banda”, junto a Tríptico cubano, han sido valoradas por algunos expertos como sus dos obras más sobresalientes; así como de 1964, su Suite cubana, versión del ballet Cimarrón.

En 1962 fue invitado de honor al Concurso Internacional Chaikovski en Moscú, y en 1964 fue jurado de violín en el Concurso Enescu, en Bucarest, Rumanía.

En 1963  inició una gira por la Unión Soviética y China, dirigió la Sinfónica-Filarmónica de Leningrado, orquestas de Armenia, Georgia, Bakú y la sinfónica central de Pekín, e hizo giras por Polonia, República Democrática Alemana, Rumanía, Hungría y Bulgaria, acompañando a solistas como David Oistrav, Leonich Kogan, Mtislav Rostropovich, y los cubanos Evelio y Cecilio Tieles.

Este importante director de orquesta, violinista y compositor, continuaría aportando a nuestra música, y de 1966 datan su tríptico vocal para soprano y piano, su Tríptico para orquesta de cuerdas (música de cámara), su Sinfonía concertante para Cello y Orquesta, su Trío para clarinete, Oboe y Fagott, y entre sus obras para ballet, El circo, y Mestiza, ballet de Cecilia Valdés.

Hay que añadir también de 1967, Transporte cañero, para coro y orquesta; de 1968, Contraste; de 1969, Sinfonía; de 1971, Seré maestro y guerrillero de la enseñanza; de 1972, Asesinaron al Che, para voz, piano y orquesta; y de 1973, Cien años de lucha.

Murió inesperadamente en Pinar del Río, el 29 de diciembre de 1974, legando a nuestro pueblo una herencia musical de alto valor estético.

No podia faltar en el diccionario de la música cubana (Helio Orovio), en el de la música española e hispanoamericana de Olavo Alén Rodríguez (Madrid, 1999) y en el enciclopédico de la música cubana de Radamés Giró (Letras Cubanas, 2007); el Museo de la Música en su natal Sagua la Grande, atesora de este entre sus más trascendentes hijos, partituras, objetos personales, documentos, su órgano eléctrico, y fotografías.

Autor

  • Dr. C. Avelino Víctor Couceiro Rodríguez

    (La Habana, 1957) Licenciado en Historia del Arte (1982) y Licenciado en Historia General (1986), Técnico Medio Superior en Arqueología (1984) y Técnico Medio Superior en Museología (1985), Doctor en Ciencias sobre Arte (2001) y Máster en Antropología con Mención en Antropología Sociocultural(2001), Diplomado en Historia General Contemporánea (2006), Profesor Titular de la Universidad de La Habana (2002) e Investigador Titular (Ministerio de Cultura y Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente, 2004).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *