Bolivia: La lucha continúa

El golpismo reapareció como expresión cabal del puñal que las oligarquías y el imperialismo empuñan de modo permanente contra los procesos democráticos en el llamado Tercer Mundo y en especial en las naciones de este continente.

No asume nuevos matices, es el mismo que ahora enfrenta una voluntad de redención de los más pobres. Explotación, desigualdad, discriminación, injerencia externa y acumulación de las riquezas en unas pocas manos son los ingredientes que sirven de caldo de cultivo para el monstruoso engendro de los golpes militares.

Desde que Evo Morales asumió por primera vez la presidencia de Bolivia en el año 2006, el país más pobre de la América del Sur encaminó un proyecto autóctono en pro del desarrollo económico y la justicia social.

Escasos  doce años fueron suficientes para demostrar la capacidad del Movimiento Al Socialismo para encarar los desafíos que durante siglos habían permanecido acumulados y sin solución. La respuesta popular no demoró en los comicios del pasado 20 de octubre, cuando Evo Morales alcanzó la reelección con más del 95% de los votos de su pueblo.

El triunfo de Evo Morales en las pasadas elecciones no podía ser aceptado por los grupos de poder internos y los intereses hegemónicos estadounidenses.

Un nuevo periodo presidencial para el primer gobernante de ascendencia indígena abrumaba demasiado las cabezas de quienes lo odiaban por muchos motivos. El primero de todos, porque las medidas de beneficio social emprendidas en gobiernos anteriores a Evo afectaron intereses económicos neurálgicos.

Muchas fuentes de ingreso económico habían sido nacionalizadas para universalizar la riqueza y distribuirla de modo más equitativo. A Evo no le perdonaban eso ni la voluntad soberana de Bolivia como país por vez primera plenamente independiente, sin sumisión a élites ni a “recomendaciones” foráneas.

El proceso revolucionario democrático boliviano liderado por Evo Morales Ayma se inserta en la autodeterminación, la solidaridad y la integración latinoamericana y caribeña.

Es precisamente él uno de los más firmes defensores de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos, proyecto originario bolivariano, nacido como respuesta al mundo unipolar, cuyo propósito es la integración económica y política de nuestros países al sur del río Bravo.

Surgió el ALBA-TCP en una  América Latina decidida a dejar de ser la región más desigual del mundo, dividida hasta hoy en ricos muy ricos y pobres muy pobres. Desigualdad que se nos impuso desde la colonización a partir de un comercio desigual con la metrópoli, y por la segregación en virreinatos ajenos entre sí.  

Con la primera independencia los primeros Estados se fundaron acomodados para el beneficio de los pudientes y de espalda a las clases populares que mayoritariamente ofrendaron sus vidas por la emancipación.

Posteriormente llegaron las primeras formas de democracia burguesa representativa, las que avalaron la perpetuidad de aquel orden de cosas cimentado en la explotación, injusticia y desigualdad. Las grandes rebeliones sociales dieron lugar -posteriormente- a cruentas décadas de dictaduras militares, gobiernos autoritarios y golpes de Estado.

Parecía llegar, al fin, una época en que los pueblos podrían elegir a sus líderes a través del sufragio y de esa forma encaminar la vida de sus respectivos pueblos a proyectos tendientes al bienestar económico, la redistribución equitativa de la riqueza y medidas sociales para el bien común.

La historia nos dice cuán difícil es alcanzar ese proyecto tan necesario como justo e impostergable para una América Latina decidida a dejar atrás un pasado oscuro, dispuesta a emprender un camino propio, soberano e incluyente. 

En el entramado político abortivo conocemos -por experiencia propia en Cuba durante los primeros años 60s- el papel de tutelaje neocolonial de la Organización de Estados Americanos, administradora dócil de lo que los Estados Unidos consideran su traspatio.

Esa mirada insolente que destila aire de superioridad es la daga vil que cuando les hace falta hacen aparecer para conculcar los propósitos legítimos de Nuestra América.

A Evo Morales y su Movimiento al Socialismo no pueden perdonarles que su pueblo lo quiera y que haya votado mayoritariamente una vez más por él.

Mucho menos le perdona el imperialismo y la oligarquía altanera de ascendencia blanca, que haya sido un hombre humilde -precisamente indio y campesino- quien haya echado a andar al país más pobre de la América del Sur teniendo entre sus metas priorizar los derechos de los sectores más vulnerables ignorados hasta entonces, junto con la inclusión social y política de los pueblos originarios y campesinos.

En sus años de gobierno aumentó el Producto Interno Bruto, incrementó el ingreso anual percápita por habitante, llegó a ser uno de los países menos endeudados de América Latina, redujo la pobreza y el analfabetismo; aumentó el salario mínimo, las instalaciones educativas y la esperanza de vida.

Eso era demasiado ominoso de soportar por parte de la oligarquía y el imperialismo yanqui.

Por si fuese poco, a tantos logros se sumó la vocación latinoamericanista de su proyecto y la hermandad solidaria con Venezuela y Cuba. Finalmente se desató la ira porque el odio avivó su fuego con el éxito de un proyecto ajeno al pasado.

Lo acontecido en Bolivia es un capítulo más, pero no el fin de un proceso que sí va a continuar hasta vencer. En este momento el hermano país suramericano es un hervidero de protestas en medio de la más brutal represión policial y sin un gobierno capaz de poner freno a la anarquía reinante.

A su reciente llegada al exilio en México, el legítimo Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, declaró:

Mientras tenga la vida sigue la lucha y estamos seguros que los pueblos del mundo tienen todo el derecho a liberarse. Pensé que había terminado con la opresión con la discriminación, con la humillación, pero surgen otros grupos que no respetan la vida, menos a la patria”.

Bolivia se mantiene firme. Persiste en la lucha por consolidar su emancipación y la justicia social. Las pírricas victorias del imperialismo, la oligarquía y el golpismo tienen los minutos contados porque nuestro hermano Evo lo afirmó: «No por este golpe cambiaré; sigue la lucha

(**) y con él a los pueblos humildes de Nuestra América: “Ya se les ve por los caminos un día  y otro, a pie, en  marchas  sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta  los «olimpos» gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, de un lado  y  otro,  cada  día,  ocupando  las  tierras,  fincando  sus  garfios  en  la  tierra  que  les  pertenece  y defendiéndola  con  su  vida;  se  les  ve,  llevando  sus  cartelones,  sus  banderas  sus  consignas; haciéndolas  correr  en  el  viento  por  entre  las  montañas  o  a  lo  largo  de  los  llanos.  Y  esa  ola  de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las  tierras  de  Latinoamérica,  esa  ola  ya  no  parará  más”. (**)

NOTAS DE REFERENCIA

(*) Mensaje de Evo Morales a su llegada al exilio en México. 12 de noviembre de 2019

(**) Segunda Declaración de La Habana. Fidel Castro. La Habana, 4 de febrero de 1962. http://archivo.juventudes.org/textos/Fidel%20Castro/Segunda%20declaracion%20de%20La%20Habana.pdf

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