«Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad.”
La iniciativa de situar simbólicamente a Martí en la mayor elevación de Cuba fue propuesta por la maestra Emérida Segredo en los finales del año 1952. La idea fue acogida con beneplácito por los miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, un aula creada y dirigida desde 1941 por el Doctor Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, quien fuera secretario del Partido Revolucionario Cubano creado por el Martí y su amigo entrañable.
A partir de la fecha en coordinación con el Instituto Cubano de Arqueología (ICA), la Asociación comienza a tratar de hacer realidad el proyecto como la mejor forma de homenajear al Maestro en el centenario de su natalicio.
La escultora Jilma Madera Valiente (quien había realizado el simbólico frontispicio de la Fragua Martiana: un libro abierto del cual surge una llama que forma una estrella), fue la encargada de ejecutar el busto de Martí fundido en bronce en los talleres del Ministerio de Obras Públicas con un peso de 163 libras. Allí igualmente se forjó la tarja que escoltaría el busto.
Desde finales de 1952 se contactó con el doctor Manuel Sánchez Silveira, un ferviente martiano, delegado del Instituto Cubano de Arqueología en Oriente, médico de Manzanillo e incansable arqueólogo de las zonas montañosas de la Sierra Maestra, quien después fungió como director técnico de la expedición que condujo a los que depositarían el busto de Martí en el Pico Real del Turquino.
El monumento fue diseñado por el arquitecto Antonio Luís Sánchez, miembro también de la Asociación y proyectista de la Fragua Martiana. Originalmente se pensó efectuar la inauguración el 28 de enero de 1953, en ocasión de cumplirse en esa fecha el centenario del natalicio de Martí, pero por dificultades que se presentaron y limitaciones de carácter económico no pudo realizarse hasta varios meses después.
El 17 de mayo de 1953 tanto la autora del busto como otros miembros del Seminario Martiano salieron de La Habana en un ómnibus y llegaron a Santiago de Cuba al día siguiente, donde visitaron algunos lugares de interés histórico y cultural.
Temprano en la mañana del día 19 de mayo, aniversario de la muerte de Martí en Dos Ríos, le rindieron homenaje con una guardia de honor en el Mausoleo que acoge hasta hoy sus restos en el cementerio de Santa Ifigenia, y a las 10 y 30 abordaron la goleta Glenda con el busto y los materiales necesarios y los trabajadores que tuvieron la misión de construir la base de dos metros de altura.
Ya el día 21 pudieron concluir con éxito la colocación del busto de Martí en el Turquino, que forma parte del principal sistema montañoso de Cuba, la Sierra Maestra.
Desde entonces a la fecha la presencia de Martí, a través de la obra escultórica citada, en este lugar ha tenido una connotación desde el punto de vista histórico.
Martí, algo más de tres años después, sirvió de fuente de inspiración para los combatientes revolucionarios dirigidos por Fidel que precisamente llevaron a cabo acciones en la Sierra Maestra y en zonas cercanas al pico del Turquino durante la lucha contra la dictadura militar reaccionaria existente en Cuba a partir del golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.
Y tras el triunfo de la Revolución también simbólicamente recibió a los contingentes de jóvenes revolucionarios que subieron en varias ocasiones hasta el Turquino, y que fueron calificados como los 5 picos atendiendo al número de veces que habían realizado la expedición hasta ese lugar.
También en el Turquino tuvo lugar, por ejemplo, una actividad muy emotiva cuando se efectuó allí la primera graduación de médicos y estomatólogos formados en Cuba en el período revolucionario.
Precisamente en ese acto habló el máximo líder de la Revolución Fidel Castro, quién una vez más llegó hasta el Pico Turquino.