La cultura como proceso liberador

La nacionalidad nuestra como conciencia de ser Cuba, comenzó a formarse desde mucho antes y fue a partir del encuentro de seres antepasados nuestros que llegaron o fueron traídos a la fuerza a esta tierra. Dejamos de ser españoles y lucumíes para avanzar hacia una nueva realidad que se catalizó por la mezcla de sangres, hecho expresado posteriormente en la amalgama de costumbres, creencias, hábitos, expresiones lingüístico-corporales, comidas (modo de prepararlas, condimentarlas y estilos de consumo), más formas artísticas definitorias como manifestaciones – en un plano estético – de las formas de relacionarnos con la naturaleza y entre nosotros mismos. 

Se produjo una sumatoria cuyo resultado no ha significado la “absorción” de uno o varios componentes por otro “predominante”, sino algo distinto a cuanto le dio origen, sin que ello constituya una total ruptura. Lo más interesante de nuestra cultura es que por ser esa “sumatoria” de identidades individuales y colectivas, no somos – por ningún concepto – un licuado; al contrario, somos un ajiaco cuya principal virtud es la gracia de permitir identificar sabores combinados, a la vez que disímiles armónicos. 

Nuestro idioma común – el castellano o español – también se transculturizó para anclar expresiones y acentos de aquí, acá y acullá, que en nuestros días continúa enriqueciéndose. Somos también como los dedos: de una mano, pero distintos. Ni más ni menos uno que otro, a la par; sabemos que en un cuerpo el brazo no es más importante que el ojo, ni éste que la pierna o la pierna que la boca. En definitiva, nos complementamos y para ser “lo que somos”, “quienes somos”, intentar prescindir de uno solo de nuestros componentes equivaldría al suicidio. Ello nos conduce a la aceptación de lo diverso, no como tolerancia en su acepción de “aguante”; más bien modo implícito de sentir, hacer y decir como parte de un metabolismo social. 

Con la Cultura Cubana en apogeo y franca evolución dejamos de ser españoles, africanos, aborígenes precolombinos, asiáticos, descendientes de árabes o de judíos, para transformarnos en nuestra actual razón de ser. Hoy vivimos por Cuba y somos capaces hasta de morir por ella. Sin importar las diversidades nos integramos al gran concepto de nación, lo mismo que una sinfonía acopla sonidos diversos para exhibir su armonía resultante. 

Somos Cuba. Lo que de ese ser tenemos conciencia y lo que a veces apenas conocemos y nos lleva toda una vida aprender. Somos pasado, presente y futuro; realidad inmarcesible en un continuo devenir a través de nuestra historia. Esas son nuestra esencia y razón de ser, por las cuales defendemos cuanto hemos heredado, nos identifica y distingue. 

Cuba es Cultura y, como tal, síntesis de un proceso liberador indetenible y ascendente. De ahí la razón suprema para defenderla contra quienes pretendan hollar su dignidad, y la consecuente devoción y respeto como merecidas ofrendas al altar de la Patria.

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