La inocencia convertida en decoro nacional

En la foto de aquel cubanito de Ciego de Ávila, se aprecia cómo lo carga, y lo mantiene fuertemente asido,  aunque con algún deterioro causado por las ráfagas del fuerte viento. Al fondo, y bien cercano, un árbol que no resistió el embate y exhibe su ramaje vencido ya en el suelo.

Y en ese caso, ante tal representación de la foto, uno piensa y piensa y llega a la conclusión de que el árbol mucho más fuerte que el niño no pudo resistir la furia del huracán enemigo; sin embargo, un pequeño cubanito se enfrentó a la maldad del viento y logró que continuara viviendo el Apóstol.

Este hecho noble protagonizado por un niño estimula nuestra memoria para recordar, aún con indignación, que en otra ocasión hace ya muchos años un grupo de  marines yanquis borrachos se encaramaron en la estatua de Martí y orinaron en ella como un desprecio a todo un pueblo.

Razonamos que entonces no fue un huracán, sino la maldad de un grupo de desalmados ofendiendo el símbolo supremo del decoro nacional. Pero hace solo pocos días otros especímenes rentados por el imperio se atrevieron también a ofender a Martí. 

 Aquel ultraje a Martí no se olvida porque #TenemosMemoriaEllo nos lleva a una semejanza: el huracán, los marines y cualquier otro representan el odio con acciones despreciables; pero nuestro niño en su envidiable candor lucha contra el mal, lo vence y deja a un Martí incólume y brillante como le corresponde.

Tal es la lección que nos ha impartido un niño, y no solo a los cubanos, sino también a todos los que luchan por un mundo de paz y más justo como lo soñó nuestro Héroe.

Y es que, sin darnos cuenta, también se asoma a nuestra memoria otro hecho despreciable protagonizado por el “honorable presidente Trump”: todo el pueblo de Puerto Rico clamando por auxilio ante el desastre dejado por otro huracán pero, a diferencia del niño cubano que quería con sus brazos menudos proteger al Maestro, solo reciben como ayuda despreciable una gran cantidad de rollos de papel sanitario lanzados por la bestia en una exhibición inaudita de cinismo. No puede ni debe haber explicación que justifique tanta barbarie.

¡Qué maravilla que un niño haya protagonizado un acto tan noble para defender a Martí, o mejor dicho, el símbolo de la dignidad nacional! Y otra enseñanza es, sin duda, que ni huracanes ni el odio de algunos humanos pueden vencer la férrea decisión de seguir inspirándonos en nuestro Héroe Nacional y defendiendo a toda costa su ejemplo y enseñanzas. No hay otras alternativas.

El niño, como otros cubanitos, crecerá y se formará como hombre dispuesto al mayor sacrificio si de defender a la patria sagrada se trate representada por nuestro Martí.  Debemos besar la frente del niño que defendió al Maestro, y sobre todo agradecer su enseñanza.

Hay hombres dispuestos para guiar sin interés, para padecer por los demás, para consumirse iluminando”.  José Martí

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