Emigración ilegal sin alas y sin pies

Todo lo que fluya para evitar muertes, tanto las del estrecho de la Florida y otras partes, como las ocurridas aquí en la década de los ochenta y noventa por el secuestro de naves y aviones, tiene que entenderse como un paso muy positivo.

Lo veo así, también porque las preferencias para los emigrados cubanos han sido manipuladas en lo político para ahogar y desestabilizar a Cuba y quitarle su bien más preciado: el hombre, aunque quienes se han ido no lo han hecho a punta de pistola y la mayoría han tenido móviles económicos para partir.

Parece comenzar a morir una política absurda, obsoleta y cruel. Emergen, al mismo tiempo, otra realidad, otros retos, otras interrogantes. Por la sorpresa del anuncio, no pocos cubanos se quedaron con los pies húmedos en el tránsito en varios países de la región y hasta en Cuba. Qué pasará con ellos es una de las preguntas que se teje a lo interno y externo.

El más reciente acuerdo  apuesta por una migración legal, ordenada y seria y ello es plausible. Ahora, si como se ha informado, la embajada de Estados Unidos en La Habana, antes Oficina de Intereses, deniega al 76% de las personas que se presentan ¿Cumplirá con sus veinte mil visas anuales,? ¿A quienes priorizará? Apuesto que ni a delincuentes, ni a vagos.

Luego del restablecimiento de las relaciones, muchos cubanos parecen haber olido más allá. Si la de 1994 fue la crisis de los balseros, la del 2015 fue la de los varados en Costa Rica, Nicaragua y otras naciones que se vieron involucradas y exigieron el fin de la Ley de ajuste al gobierno estadounidense. Datos desde México dicen que en el año fiscal  2016, más de 34 000 cubanos entraron a Texas a través de la oficina en Laredo, ocho mil más que los que accedieron en el 2015 y la cifra iba en aumento.

Entramos así en el drama social, agudizado en los últimos cuatro años tras aprobarse la ley migratoria cubana. Todos escuchamos secretos a voces que ebulle entre cubanos, por celulares, el internet, la wifi o se ven en fronteras, ya que estamos en una isla.

Se sabe de quienes lo mismo pagan 12 mil dólares por un vuelo “seguro” desde Cuba hacia el norte que para emprender la aventura-odisea por Sur y Centroamérica que le ha costado la vida en el mar o en la selva a no se sabe cuántos cubanos, mientras otras han sido víctimas del atraco, el tráfico y trata de personas, la violencia, la falsificación de documentos, la violación.

Aunque son asuntos que deben resolverse a escala individual, porque individual es la decisión de marcharse del país, no deja de ser preocupante pues se trata de cubanos todos. La mayoría vendió casas y pertenencias o encara deudas financieras y están quienes se marcharon luego de robar en sus puestos de trabajo.

No todos los que se han marchado abrazaron la prosperidad, ni envían remesas a los suyos. Algunos se han enrolado en delitos de drogas, estafa, fraude y el robo al famoso medicare. Muchos regresarán y ya de hecho regresan como dicta el acuerdo y otras preguntas surgirán.

¿Qué pasará con Trump y el nuevo acuerdo migratorio?. La respuesta pende de los hilos de la incertidumbre  ahora que este asumió el poder, pero ya se sabe que él se juró enemigo de  los inmigrantes, sin distinción.

Ya que la realidad prueba que por estas horas no hay otro tema que interese más a los cubanos, tenga o no familiares fuera o se relacione con la migración, deberá abrirse mucho más la información y el debate nacional sobre un fenómeno que nos debe ocupar a lo interno con la misma intensidad con que miramos a los emigrantes árabes, africanos, latinos.

El tema que hace rato ocupa asientos del debate nacional e involucra ya  miles y miles de hogares cubanos, pero ello no basta. La migración tiene que ver con la esencia de Cuba y va más allá de los pies secos-pies mojados.

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