El verdadero rostro de Luis Almagro

En su reciente visita a Chile tuvo Almagro demasiados olvidos imperdonables, pues se dio a la tarea de elogiar al gobierno del multimillonario Sebastián Piñera.

Tuvo el cinismo de calificar de certera la actuación de las autoridades ante las multitudinarias protestas que estallaron en la nación sudamericana en octubre pasado. Para nada tuvo en cuenta los más de 20 muertos y los centenares de personas con daños oculares.

Desconoció las múltiples denuncias por violaciones de los derechos humanos contra los carabineros, quienes reprimieron violentamente a los manifestantes.

Las imágenes recorrieron el mundo, que vio un Chile del siglo pasado, el de la dictadura del general Augusto Pinochet. El Chile de los carros lanza agua, de gas lacrimógeno, el de una violencia sin límites.

No tuvo en cuenta el secretario general de la OEA los informes de organismos como el Instituto Nacional de derechos humanos de Chile, de la ONU e incluso de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que depende del organismo que dirige.

Para Almagro todo es válido para recabar apoyo a su candidatura. No importan los más de 3500 lesionados, 2000 de ellos por disparos, en su mayoría por perdigones.

Y fue más allá y validó la increíble tesis sustentada por el gobierno de que las protestas habían sido coordinadas desde el exterior, para continuar con sus ya consabidos ataques contra Cuba y Venezuela, siguiendo el juego a Estados Unidos.

Y cabe preguntarle: ¿Entonces es también obra de otras naciones la desigualdad existente en Chile, que la riqueza esté mal repartida y los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres?

Qué lamentable papel desempeña Almagro, títere de los dictámenes de Estados Unidos, que ha convertido a la OEA en un instrumento de injerencia, en un ministerio de colonias yanquis, como bien la calificara Raúl Roa, nuestro canciller de la dignidad.

Quienes apoyen a Almagro en las elecciones que tendrán lugar en la OEA en marzo venidero estarán respaldando los golpes de Estado, como el acaecido en Bolivia, la represión contra los pueblos como la que ha tenido lugar en Ecuador y en Chile.

Almagro no ha estado en ningún momento al servicio de los pueblos latinoamericanos durante su gestión al frente de la OEA, no ha defendido sus derechos, ha continuado sumergiendo en la ignominia al organismo regional, bien conocido por el triste papel que ha desempeñado durante décadas.

 

 

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