Esencia armoniosa y radical de José Martí

Cuando el siglo XXI avanza con paso inexorable, el pensamiento y la obra del Apóstol de la independencia cubana y latinoamericana conserva una lozanía sorprendente, y su esencia inspiradora para un planeta abocado a peligros inminentes resulta insustituible.

Más allá de la connotación nacional de las actividades en homenaje al aniversario 165 de su natalicio, la huella indeleble de su ideario está presente en todos los ámbitos de la vida social, política y cultural de la nación, a tal punto que no puede verse como un hecho aislado, sino parte del concepto de nacionalidad, tan arraigado y sólido en nuestra ideología y valores humanos.

Justo, cuando las generaciones de cubanos, dígase niños, jóvenes, trabajadores, combatientes, científicos, artistas, en fin hombres y mujeres buenos, le rinden homenaje a quien en vida supo imbricar lo mejor de su pensamiento con una conducta y modo de vida austeros e intachables, por el solo hecho de conseguir bienes preciados para su Patria y la Humanidad: el culto y el ejercicio pleno de la libertad.

Decir Martí no es asunto de pronunciar discursos pueriles o cursis; se trata de un hombre inmenso en su andar por los caminos espinosos de la independencia nacional, y por su singular filosofía de lo que significan la dignidad, la felicidad, el amor y la belleza.

Por estos días son disímiles los tributos, no solo del pueblo cubano, sino de amigos de buena voluntad y organizaciones del planeta, para revisitar la fuente nutricia que sembró Martí, quien vivió, amó, sufrió y sembró para la posteridad las alertas necesarias ante el auge del capitalismo y sus manifestaciones en una época compleja convulsa y compleja.

La eminente intelectual cubana Graziela Pogolotti, acuciosa investigadora de la obra del Maestro, instó a ir más allá de la frase martiana hecha consigna, pues se hace urgente la necesidad de aquilatar la vocación humanista del autor de los «Versos Sencillos» como único modo de encarar los desafíos actuales con una visión antihegemónica, anticolonialista y de integración.

Sobre lo que representa el Héroe de Dos Ríos, Armando Hart Dávalos, fundador y presidente de la Oficina del Programa Martiano hasta su reciente fallecimiento, señaló: «En la articulación de cultura, ética, derecho y política solidaria se halla la fórmula del amor triunfante y del equilibrio del mundo postulada por el Maestro».

«Una prueba de la fuerza real de la ética, de la que no se hizo un profundo análisis filosófico científico, la da el hecho de que las religiones la han tomado como elemento esencial. Por eso, Martí dijo que Dios estaba en la idea del bien. Nosotros, procurando buscar la idea del bien en la práctica concreta de la vida y de la historia, tenemos que analizar la importancia de las condiciones económico-sociales y del desarrollo cultural en general».

«En relación con el derecho, recuerdo, como postulaba Martí, que lo esencial estaba en la justicia. Subrayaba también el Apóstol: Todo hombre es una fiera dormida. Es necesario poner riendas a la fiera. Y el hombre es una fiera admirable: le es dado llevar las riendas de sí mismo».

«Las riendas están en la cultura, y el derecho es la única forma culta de ejercer la violencia; y cuando se viola la ley y se crean condiciones para la violencia, se están creando situaciones graves en el orden público. Este es uno de los temas esenciales que debiéramos discutir a la luz de la tradición ética y jurídica cubana».

«En cuanto a la política solidaria, recordemos que Martí era un hombre radical y al mismo tiempo armonioso. Hay quienes son radicales y no son armoniosos, y por ello crean innumerables problemas. Hay quienes intentan ser armoniosos y no son radicales, y no logran nada realmente efectivo. El pensamiento revolucionario de Martí está insertado en estas dos categorías fundamentales: armonioso y radical».

Sin dudas, evocar a José Martí nunca será una asignatura pendiente, porque en su propia raíz la acción y el verbo son abarcadores, innovadores, trascendentales, revolucionarios.

Decir Martí es ponderar la continuidad de un proyecto social y humanista enfrascado en su perfeccionamiento como condición de lucha y supervivencia. En cada antorcha encendida, en cada reverencia, en cada acto cotidiano y hermoso de la vida, está presente un hombre que supo vencer molinos de vientos con la paciencia y la fortaleza de las ideas, la unidad, la justicia y el equilibrio del mundo.

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