Cuando en septiembre de 1981 Fangio visitó a La Habana después de 23 años de su secuestro patriótico, en el aeropuerto José Martí sería recibido por el Comandante Faustino Pérez y por Arnol Rodríguez, reactivándose desde ese momento una amistad iniciada entre los días 23 y 24 de febrero de 1958.
En los pocos días de su estancia en La Habana, Fangio pudo reencontrarse y conversar con los que lo atendieron “en la casa de las norteñas“, ubicada en la calle Norte 42 en Nuevo Vedado, las militantes Agnés y Aymée Afón, y su mamá Silvina Morán así con Juan Ramón García (Ramonín) quien entonces se reponía de graves quemaduras al probar un lanzallamas.
Allí no se hallaba Marcelo Salado, capitán de milicias y quien tuvo a su cargo la seguridad del lugar. Había sido asesinado por la tiranía durante los hechos de la huelga del 9 de abril de 1958. Fangio lamentó mucho la ausencia del joven revolucionario con quien tanto habló durante su retención.
Antes de regresar a la Argentina, Fangio declaró a la prensa que había logrado dos de sus mayores deseos: Volver a Cuba y conocer personalmente a Fidel Castro, mientras que Arnol sería quien mantendría, con Fangio, una relación frecuente aprovechando sus viajes de trabajo al país suramericano, lo cual se mantuvo hasta el fallecimiento del campeón.
Por supuesto, estas líneas no pueden servir para reiterar lo escrito, sino para tratar de aportar elementos desconocidos o pocos conocidos. Así, en el enjundioso y valioso libro testimonial de Arnol Rodríguez – entonces jefe provincial de Propaganda del Movimiento -, “Operación Fangio”, se dan a conocer detalles precisos de la organización, secuestro y devolución del campeón argentino, así como de la gran repercusión internacional que tuvo la acción revolucionaria y la amplia difusión de los nombres de La Habana y Fidel. En varias oportunidades Fangio hubo de expresar que a partir de su secuestro se hizo más famoso en el mundo que con toda su carrera deportiva.
En realidad, la “Operación Fangio”, realizada en la noche del domingo 23 de febrero de 1958, revistió características interesantes en la lucha clandestina. Fue un secuestro de una de las figuras deportivas más relevantes a nivel mundial, lo cual se hizo sin disparar un solo tiro, en medio de numerosas personas y de custodios que se hallaban en el vestíbulo del Hotel Lincoln. De ello se encargó un comando armado del Movimiento 26 de Julio compuesto por varios combatientes bajo el mando del capitán de milicias Oscar Lucero Moya (Héctor), dispuestos al riesgo necesario para cumplir la acción ordenada por Faustino Pérez, máximo responsable y estratega de la “Operación Fangio”.
Poco después y antes de las 10:00 de la noche, Arnol (Fernando), puso en conocimiento del secuestro a las emisoras Radio Reloj y CMQ, así como a las redacciones de los periódicos El Crisol y Alerta, con salida y distribución en los lunes.
De la ecuanimidad mostrada por Fangio, la cual mantuvo hasta el momento de su devolución a las autoridades diplomáticas argentinas, el combatiente Ángel Fernández Vila (Horacio), del frente de propaganda y quien tuvo la responsabilidad de manejar el auto en que se trasladó a Fangio – junto a Oscar Lucero, Arnol y Manuel “el moro“ Uziel, quien realizó el secuestro – desde el apartamento de la calle 22 No. 1060, en la barriada del Vedado, hacia “la casa de las norteñas”, ha referido cómo desde el asiento trasero el argentino le dijo: “Anda despacio. Vera que todo sale bien”.
Recuerda Arnol que en el momento de su devolución y como tratando de eliminar las tensiones, Fangio, dijo jocosamente a sus compatriotas diplomáticos: “Estos son mis amigos los secuestradores“.
Según Arnol la entrega de Fangio se había producido según el plan previsto, por una representación del Estado en Revolución con una representación oficial del Estado argentino. El gobierno usurpador no contó para nada.
Poco después de su liberación, Fangio declaró a la prensa el haber recibido una llamada del dictador Batista, quien en tono justificativo le expresó que desde que él se enteró de su secuestro no había podido dormir ni un minuto. “En realidad – acotó Fangio – la culpa de que Batista no durmiera, no la tenía yo, sino los muchachos del 26 que le quitaron el sueño”.
El 24 de febrero de 1958, la dictadura batistiana trató de mostrar a la opinión pública internacional, falsamente, que en Cuba reinaba la estabilidad y la alegría, organizando el II Gran Premio de Cuba, teniendo como figura principal a Juan Manuel Fangio, ganador del I en 1957, y poseedor de cinco títulos de Fórmula I. Sin embargo, la jefatura del Movimiento 26 de Julio en La Habana se encargó de frustrar lo pretendido.
Aquel 63 Aniversario del reinicio de nuestras luchas por la independencia, mostraba a una Cuba en la que predominaba el crimen de estado, las torturas y las desapariciones, acompañado esto de la desocupación, la mendicidad y la falta de atención médica.
Sin lugar a dudas, el impacto del golpe revolucionario, de amplia trascendencia internacional propinado a la dictadura no solo hizo que esta quedara en el mayor de los ridículos por su incapacidad para impedir el secuestro de Fangio, y más grave aún, por no liberarlo de las manos revolucionarias.
Lo sucedido mostró la madurez alcanzada del Movimiento en la capital del país, a la vez que significó, un éxito en cuanto a la coordinación de los frentes de acción y sabotaje y de la propaganda respectivamente.
Cuando Juan Manuel Fangio fallece en Buenos Aires, Argentina, el 17 de junio de 1995, junto a su féretro se depositó la ofrenda floral enviada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, y otra a nombre de Arnol Rodriguez y sus compañeros del 26 de Julio.