Haydn, el máximo exponente del clasicismo

La niñez de Haydn transcurrió en la mayor sencillez, como miembro de una familia de grandes aficionados a la música. En su etapa inicial realizó estudios de órgano; más tarde trabajó en Viena con el italiano Nicola Porpora (1686-1768) como acompañante y, después de privaciones económicas consiguió finalmente la protección del noble Von Fünberg, gran aficionado a la música que ofrecía conciertos en su castillo de Weinzbierl. En ese ambiente de paz Haydn compuso su primer cuarteto para cuerdas, en si bemol mayor, primero de una serie de 77.

A la edad de 75 años, compuso el oratorio La Creación, el cual se muestra ingenuo y encantador, reflejando brillantemente la sencilla devoción del autor. En Las Estaciones, obra posterior basada en un poema del poeta y dramaturgo escocés James Thomson (1700-1748), podemos disfrutar de una creación fresca y juvenil a pesar de la avanzada edad que tenía el compositor cuando la creó. Una y otra revelan de su quehacer hallazgos geniales, gracia profunda, arte infinito y el indiscutible aire de honestidad propio de su persona, que encanta a través de toda su obra. En Haydn todo sonreía con elegancia, y podemos afirmar que con él llegó al pentagrama europeo el alma del siglo XVIII.

Fue el maestro inspirador de Mozart, y toda su música es un reflejo de su existencia pura y sencilla.

Su labor incluye sinfonías, sonatas y oratorios, pero el principal valor y lo que le asegura un sitio destacado en la historia de la música es el papel desarrollado en la formación de la sonata clásica y la sinfonía. Junto con Bach (1685-1750) y Haendel (1685-1759) conforma la tríada de los grandes del Clasicismo.

Los estudiosos llaman a Haydn “el padre de la sinfonía”; ciertamente lo es, pues tanto su forma como su orquestación clásica le deben mucho a tan eminente austriaco, mérito que se hace mayor si tomamos en cuenta que desarrolló esta forma a partir de un quehacer experimental de compositores que le antecedieron.

A 207 años de su deceso un día como hoy en 1809, Joseph Haydn trasciende como paradigma universal para la música de todos los tiempos.

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