Pierden porque subestiman

No le queda a la oposición, ni a su amo el imperio, plan alguno  para lograr sus oscuros  propósitos, a menos que el país del norte decida lanzar bombas contra su heroico pueblo para salvaguardar la democracia y los derechos humanos y, de paso, obtener jugosos beneficios económicos que engorden, aún más, el arca yanqui.

¿Cómo lo lograrían? Muy fácil respuesta: apoyan a un candidato a la presidencia que resulte dócil a sus ambiciones -puede ser el tal Capriles u otro, no importa-; suscriben tratados de reciprocidad que, como norma, deben ser beneficiosos para el país del norte; tiran algunos beneficios a sus contribuyentes y les dejan hacer maniobras para que también ellos saquen lascas del pastel.

Vuelven a cometer el mismo error, la subestimación. Lo mismo sucedió y sucede con Cuba. Como desprecian a nuestros pueblos y nos creen de raza inferior, piensan -¡gravísimo error!-, que somos pueblos  ignorantes y podemos ser manejados por el imperio perverso.

Pero lo curioso es que no aprenden la lección, a pesar de las contundentes respuestas que Venezuela les ha dado; demostrando al mundo que el pueblo venezolano es dueño pleno de su destino y que milita en el bando de los buenos, que no acepta condicionamientos, ni insultos, ni amenazas de nadie; y así lo demostró el pasado 30 de julio durante las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). En otras palabras: la corrupta oposición quedó totalmente desarmada.

No funcionó ningún plan. Ni guarimbas, ni sabotajes, ni la crueldad llevada a planos increíbles, y tampoco la acción  despreciable del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), vendido  a la oposición y también al tigre escondido detrás de la maleza imponiendo sanciones.

Claro, no podían faltar los poderosos medios de comunicación bailando con su dama la oposición, los compases perversos y macabros de descrédito, mentira y distorsión.

Pero contra los pueblos dignos y soberanos no se pueden enfrentar con armas melladas por el desprestigio. Ya hace mucho aprendimos que vale mucho más la dignidad y el decoro que las monedas venenosas de los sin patria, que se venden a bajo precio como mercancía podrida al poderoso, pero anémico de virtudes humanas.

Pero ¡cuidado! Venezuela ha ganado una gran batalla; sin embargo, no debe descuidarse, porque la bestia lame sus heridas y puede volver a la carga a pesar de todos sus pesares. Yo le diría a nuestro hermano pueblo venezolano -como decimos en Cuba- cuando tenemos la amenaza de un huracán: VIGILANTES Y ATENTOS.  

Y al compañero Nicolás Maduro, en particular, le dejo una de las brillantes ideas de nuestro José Martí que bien puede ser aplicada a Venezuela: «Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del sur al mar del norte, y nacerá una serpiente de un huevo de águila». Yo sé que usted ama tanto a Bolívar como a Martí.

 

 

          

   

 

 

 

 

 

 

      

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