Regresan los golpes militares en América Latina

Ante el fracaso de su política contra Venezuela, aplicaron la vieja y sangrienta fórmula contra el presidente constitucional Hugo Chávez. Para lo cual contaron con el apoyo de países europeos que se declaran «democráticos». Pero el tiro le salió por la culata, al no tomar en cuenta al pueblo que respaldó a su presidente, hasta regresarlo al palacio.

La OEA, desprestigiada, ni habló para condenar el golpe militar, como tampoco con Guaidó, junto a Leopoldo los que sirvieron de pantalla al nuevo golpe militar contra el presidente Nicolás Maduro, electo por el voto popular.

La Unión Europea no reprobó la acción, al contrario, arreció sus sanciones contra Venezuela, como muestra evidente de su subordinación a Washington.

La puñalada a la democracia popular la dio el presidente de Ecuador, Lenin Moreno.  Para acallar los reclamos de quienes sufren las consecuencias de la aplicación de una economía neoliberal.

Los hechos que viven hoy los chilenos son idénticos a los que ejecutó la dictadura militar de Augusto Pinochet, quien derrocó al presidente Salvador Allende mediante una Operación de la CIA y el Departamento de Estado yanqui, para impedir que un presidente socialista imitara las acciones de soberanía nacional de Cuba.

Los cientos de miles de asesinados, desaparecidos y torturados por esa tiranía, nunca recibieron el repudio de la Casa Blanca, no hubo ruptura de relaciones, ni guerras económicas, comerciales y financieras contra Pinochet, vivió felizmente e impuso una constitución al deseo de Washington.

Hoy, Sebastián Piñera goza del apoyo pleno de los yanquis y no hay una sola declaración de la Unión Europea, la Comisión de Derechos Humanos ONU ni de la OEA, en contra de sus asesinatos, cientos de detención arbitrarias, adolescentes y jóvenes heridos por las balas del ejército que reprime con saña a pacíficos chilenos que piden una vida mejor.

La alta jerarquía de la Iglesia Católica ecuatoriana y chilena se ha quedado muda, sin embargo, para acusar a Venezuela y exigir libertades en Cuba tiene incontinencia verbal.

Ahora lo sucedido contra el mandatario Evo Morales, demuestra lo que alertaba Ernesto Che Guevara, que «al imperialismo no se le puede dar ni un tantico así».

Ellos no respetan soberanía nacional, ni libertad de pensamiento y menos democracia. La de ellos es sobre la base de represión y sangre para amedrentar a los pueblos.

La Operación desarrollada por la CIA y el Departamento de Estado, contra el presidente Evo Morales, estaba avisada. La oposición ecuatoriana estuvo asesorada desde el inicio del proceso eleccionario, por oficiales de la CIA, bajo manto diplomático, desde la misión estadounidense en La Paz.

Oficiales de esa Agencia, con diferentes coberturas, campearon a sus anchas por Bolivia, como realizan en todo el mundo los No Official Cover, NOC, para no evidenciar a sus «diplomáticos».

La OEA se relamió los bigotes al ser designada por Evo Morales, para ejecutar la auditoría de las elecciones, algo que bien pudo asesorarle algún agente CIA reclutado dentro de su equipo de trabajo, pues se sabe perfectamente que Luis Almagro es uno de los cientos de colaboradores secretos, que poseen en Latinoamérica para penetrar los movimientos sociales, como le orientaron cuando trabajaba con José Mujica, ex miembro del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.

Sabiendo que Evo ganaría las elecciones a pesar de la cruzada mediática desarrollada por la prensa y las redes sociales, debido a los avances económicos y sociales alcanzados durante los años de sus mandatos, comenzaron el golpe militar con las declaraciones públicas de sus contrincantes de derecha, de: «no reconoceremos los resultados».

Los altos mandos militares, formados en academias yanquis, fueron reclutados uno a uno, mediante dinero y ofertas jugosas, lo mismo que hicieron antes del golpe militar de Pinochet.

El mecanismo de la Operación CIA estaba listo para ejecutar cada tarea aprobada en Washington, algo muy parecido a la Operación Mangosta contra la Revolución cubana, aprobada por el Grupo Especial Ampliado del Consejo de Seguridad, en febrero de 1962, la cual incluida actos provocativos para justificar una invasión con el ejército norteamericano.

Carlos Mesa Gispert, ex presidente de Bolivia y Francisco Camacho, líder del Comité Cívico de Santa Cruz, son las caras visibles del golpe militar, pero quien gobierna hoy en el país es el alto mando militar, quienes colocaron la banda presidencial a la senadora opositora Jeanine Áñez, a pesar de no ser aprobada por la mayoría del legislativo, pero sí el visto bueno de la CIA.

Así funciona la democracia que imponen los yanquis ante su impotencia de no poder derrocar los deseos del pueblo.

Una imagen bien definida, evidentemente contemplada en la Operación CIA en Bolivia, la dio Stanislaw Dowlaszewicz, Obispo Auxiliar de Santa Cruz de la Sierra, polaco, nombrado por el Papa San Juan Pablo II, quien en su homilía calificó el 12 de noviembre 2019, como «un día histórico para el país, por ser la resurrección de una nueva Bolivia»; y añadió:

«Gracias por recuperar la democracia. Gracias Santa Cruz por pacificar a nuestra nación y a nuestra ciudad, por el sacrificio a lo largo de los paros y los bloqueos, a los policías y a las fuerzas armadas, y gracias a los jóvenes de Santa Cruz y Bolivia. Gracias por su testimonio, fortaleza y valentía y por su entrega, porque ustedes luchaban por su presente y futuro”.

Todo encaja y por eso el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, en el contexto de la Sesión Especial del Consejo Permanente, solicitó a la Conferencia Episcopal Boliviana, «guiar el proceso de pacificación constitucional en Bolivia».

Significativo resultó que Francisco Camacho, sin ser molestado por el ejército, ingresó al Palacio de Gobierno de La Paz y depositó una Biblia, pocos minutos antes del anuncio de dimisión de Evo.

Una vez culminada esas etapas de la Operación, Mike Pompeo, ex director de la CIA y secretario de Estado, declaró que, con el fin de restaurar la credibilidad del proceso electoral, «todos los funcionarios del Gobierno y los funcionarios de cualquier organización política implicada en las elecciones defectuosas del 20 de octubre, deben hacerse a un lado del proceso electoral».

Vergüenza histórica para los que apoyan a los yanquis en este nuevo golpe militar que pisotea la voluntad de los pueblos y mancha de sangre inocente a Latinoamérica, sin recibir la justa condena de aquellos que levantan su voz contra gobiernos verdaderamente democráticos y luchadores por el bien de sus ciudadanos.

Por esa razón, José Martí expresó: «Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo, de impedir a tiempo con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América».

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