Siglo XXI: ¿renacer de las ideologías fascistas y terroristas?

Y muchos comienzan a preocuparse ante el auge de ese flagelo en pleno siglo XXI, tanto que estamos asistiendo a un renacer  de las ideologías fascistas, con un marcado fundamentalismo radical y terrorista.

De hecho, lo ocurrido en Venezuela, el preocupante despliegue del Estado Islámico por Europa con sus métodos sanguinarios, y los incidentes ultranacionalistas y supremacistas en Charlottesville, EE.UU., son un ejemplo de lo que muchos analistas consideran que en la actual centuria se evidencia un auge y expansión del terrorismo a nivel global.

Este fenómeno tiene muchas aristas sujetas a estudios y conclusiones muy diversos  de acuerdo al entorno político, económico, social y religioso de los países o regiones involucrados.

La difusión tanto de modelos similares de articulación organizativa como de pautas semejantes de victimización entre grupos terroristas localizados en muy distintos escenarios políticos y ámbitos geográficos revela esa tendencia a la globalización del terrorismo.

En el caso de Venezuela se conoce que los hechos de terror, rayanos en lo salvaje y lo bárbaro (como quemar personas vivas), son parte de una estrategia articulada desde Washington para derribar al gobierno legítimo, constitucional y socialista de Nicolás Maduro Moros, y cuyo entramado descansa en los «golpes blandos».

¿Cuál es el leit motiv de los actos terroristas que sacuden a Europa por estos días?.  

Ello obedece, en gran medida, a la irrupción del Estado Islámico (EI) como matriz del yihadismo global alternativa a la fundacional, es decir a la red al-Qaeda.

Este es un tema que por su complejidad merece un artículo más profundo, pero comparto con ustedes lo que expresa Nazanín Armanian, en su trabajo titulado Así creó Estados Unidos el terrorismo yihadista.

El terrorismo «yihadista», plantea Armanian, cumple cuatro principales funciones para EE,UU.: militarizar la atmósfera en las relaciones internacionales, en perjuicio de la diplomacia; arrebatar las conquistas sociales, instalando estados policiales (los atentados de Boston, de París e incluso el de Orlando) y una vigilancia a nivel mundial; ocultar las decisiones vitales a los ciudadanos; hacer de bulldozer, allanando el camino de la invasión de sus tropas en determinados países, y provocar caos, y no como medio sino como un objetivo en sí.

Sobre el Estado Islámico (EI), se conoce que sus canales son extraordinariamente efectivos tanto para captar voluntarios como, y eso explica lo que está pasando, para hacerles pasar a la acción. 

Han conseguido crear un hilo directo con los reclutas, en su mayoría jóvenes. Es una vía de comunicación de efectos demoledores. Les instan a actuar y les dan instrucciones de cómo actuar.

Además, como pueden contactar a tanta gente, aumentan las posibilidad de dar con alguien dispuesto a actuar.

En esos mensajes, el EI busca «pescar» en el caladero de jóvenes musulmanes sin futuro y con graves crisis de identidad. Su mensaje es poderoso: «No nos importa quién eres, ni de dónde ni lo que haces. Pero necesitamos tu ayuda».

Los expertos policiales coinciden en que esa oleada de ataques responde a una estrategia precisa.

Ellos buscan (el EI) que con esos atentados las sociedades europeas reaccionen con un auge de la ultraderecha que alimente una política islamófoba que indigne aún más a las comunidades musulmanas, lo que aumentaría la radicalización.

Es el círculo perfecto. Incluso están explotando en esa estrategia la deshumanizada gestión del drama de los refugiados.

Las fuerzas de seguridad en el Viejo Continente intentan poner freno a esa ofensiva yihadista.

La vigilancia sobre los sospechosos de simpatizar con el yihadismo se ha multiplicado y se está especialmente atento a la llegada de retornados, esos yihadistas que tras combatir en Siria e Iraq (donde han adquirido grandes capacidades bélicas) regresen a territorio europeo.

Y al otro lado del mundo, la ciudad de Charlottesville no se recupera de los disturbios raciales y un atropello masivo que provocó la muerte de una mujer de 32 años y más de 20 personas heridas durante los enfrentamientos registrados entre activistas de extrema derecha y miembros del movimiento Black Lives Matter.

El movimiento supremacista blanco ha registrado un aumento de actividad en medio de los planteamientos nacionalistas de Donald Trump, rodeado de asesores como Steve Bannon o Stephen Miller, señalados como agitadores de la extrema derecha.

«Hay dos palabras que hay que decir una y otra vez, el terrorismo interno y la supremacía blanca y eso es exactamente lo que vimos y simplemente no estamos viendo el liderazgo de la Casa Blanca», declaró Mike Signer, alcalde de Charlottesville.

Es evidente que existe un terrorismo de alcance global verdaderamente capaz de amenazar el mantenimiento de la seguridad internacional y el pacífico entendimiento entre civilizaciones.

Corresponde, ahora, a la humanidad adoptar acciones concretas y mucho más contundentes, para poner fin a un grave problema, que como el cambio climático, también puede acabar con su existencia.

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