Del Caribe, de Cuba. Una aproximación Parte I
El mar de las Antillas1 debe su otro nombre, Caribe, a uno de los grupos que habitaron en el área, los caribes. Ellos tuvieron asiento fijo en islas como Haití, Puerto Rico, Guadalupe y San Vicente. Tanto en esta última como en Dominica una población ínfima pudo sobrevivir a la dominación española.
El mar Caribe2 y sus islas -motivo central de esta investigación-, o sea, el Caribe insular, que conforma un microcosmos de gran belleza y por lo general cubiertas de verdor, que nos muestra sus aguas bravías y profundas, con sus inigualables playas y ardiente sol, y que cubre un área aproximada de unos 2640000km2, está comprendido entre el arco formado por las islas antillanas, las costas continentales de la América del Sur, la América Central y la península de Yucatán,3 y significó para Europa no solo la puerta de entrada a América, sino también la región donde se realizaron descubrimientos, conquistas y colonización.
En una lograda simbiosis, el historiador Rafael Duharte precisa que allí donde el indio impone en el proceso de mestizaje su silencio asiático y se apaga la ruidosa alegría del africano, termina el Caribe y comienza la América Latina.4
La historia del Caribe -rasgo común entre las afinidades de la región- y, dentro de este, de Cuba, a la que se llamó indistintamente «Antemural de las Indias Occidentales» y «la llave del Nuevo Mundo»,5 cual un saurio de esmeralda tendido en un mar azul turquesa y sobresaliendo entre las olas del Caribe, como expusiera Antonio Núñez Jiménez en su obra «El Archipiélago»,6 constituyó un fiel reflejo de la hegemonía mundial que durante siglos se disputaron las potencias colonialistas de Europa, en me-dio de una gran agresividad militar y comercial que hacía cambiar con frecuencia las banderas en los distintos territorios.
Sin lugar a dudas, «pocas regiones en el mundo han experimentado choque de tanta envergadura y por tan largo período histórico, como el provocado en el Caribe por la colonización europea».7
La dominación colonial de las potencias europeas ha causado, históricamente, el mayor de los aisla-mientos o separación entre los países que conforman el Caribe insular, como una forma de mantener la mayor dependencia hacia las metrópolis. Con el transcurso de los siglos y hasta el presente, la inmensa mayoría de las islas antillanas ha sido testigo de una indiscutible transformación demográfica.
Acerca de la visión y la mentalidad simplista o superficial que imperan en sociedades de los países desarrollados con respecto al Caribe, a cuyas islas llegaron los españoles entre los años 1492 y 1518, Gérard Pierre-Charles comenta: «De hecho, fuera de unos pocos especialistas, el panorama que se tiene del Caribe apenas rebasa lo que se ha propagado de sus encantos turísticos, su geografía atormentada, su rica cultura, la belleza de su gente, los insondables misterios del Triángulo de las Bermudas».8 A lo que se pudiera agregar la atractiva costa mexicana de Cancún y los restos de las edificaciones de la cultura maya.
En realidad, el Caribe se nos presenta como una unidad incuestionable, en lo que respecta a la geografía, la cultura y la etnografía, aunque con características propias en función de su historia, dominación colonial e idioma. Fue «plataforma militar de los conquistadores primero y coto de bucaneros y piratas después, su progresiva internacionalización fue convirtiéndolo en uno de los escenarios preferentes donde las potencias europeas dirimían sus conflictos por la hegemonía política y económica mundial».9 Es por esto que el Caribe se mantuvo por espacio de tres siglos en guerras sucesivas.
Con el arribo de Colón al Caribe -después de aventurarse por las tinieblas del Atlántico, como ha sentenciado el patriota y educador puertorriqueño, Eugenio María de Hostos-, se producen dos hechos históricos trascendentales.
Por una parte acontece el inicio de lo que se llamaría el Nuevo Mundo; por la otra, se empiezan a gestar los vínculos indohispánicos. A partir de entonces ocurre, también, lo que pudiéramos llamar la primera inmigra-ción extranjera en el Caribe y, de manera particular, en Cuba, seguida con los que arribaron posteriormente de los imperios coloniales para «dominar a las poblaciones aborígenes y consolidar la empresa colonizadora».10
Con el transcurrir de los años se va a demostrar cómo España llegó a América con una decisión estratégica: colonizar sus territorios, pero también imponer los valores europeos como los uni-versales, al igual que hicieron otras potencias del Viejo Continente en el Caribe insular.
Es innegable que cuando España arribó al Caribe, lo hacía no solamente con sus hombres sino con su organización social, sus ideas, sus hábitos, pero también sus conflictos propios y los del Occidente de manera general.
En medio de ese proceso colonizador se produjeron tantas uniones de españoles con indias que el rey de España, Carlos V, decidió firmar una cédula, en 1514, autorizando esas uniones.
Desde un año antes la economía de la colonia tenía como centro el régimen de encomiendas. Cuatro años después el propio rey expediría la primera Real Cédula autorizando traer a las Antillas la cantidad de cuatro mil esclavos de África. En la realidad de la región caribeña se pudo comprobar que los esclavos podían ser lo mismo indios, blancos que negros.
Continuará.