La (imprescindible) construcción de atmósferas

Bárbara ve brillar algo entre las hojas. Cuando se acerca, puede advertir que… es la luna, la luna que ha caído. Ella la toma amorosamente y la envuelve en su chal de encaje. ¿Acaso podemos ver esa desmesura mágica de Dulce María Loynaz en su novela Jardín? ¿Nos ha trasladado al sitio?

La madre de Leonardo Gamboa, ha decidido presentarse ante el Capitán General para denunciar a su propio hijo. Es en verdad una estrategia para exculparlo, para adelantarse a la tragedia. El cineasta Humberto Solás en su versión de Cecilia Valdés, ha vestido a la actriz de negro cerrado. Hay un rejuego con los primeros planos, con los gestos, con las manos, que la actriz Raquel Revuelta interpreta a la perfección. La tensión tuerce el brocado del asiento.

El maestro de radialistas Juan Carlos Roque construye una serie referencial en Radio Nederland llamada América Entretejida. ¿Puede la radio construirnos la urdimbre y la trama de algo que parece enteramente visual? ¿Las imágenes radiales nos pueden llevar a los telares, al cardado, al diseño?

El maestro encarga un tema musical que se integra como un hilo más, que ayuda a contar. La música nunca es adorno. Ilustra cada sonido del proceso, apunta medularmente algún detalle descriptivo. Incluso, canta algún fragmento, “empuja” la narración por así decirlo. Y sin advertirlo, ya estamos mirando a través del sonido las grandes telas que exhiben motivos autóctonos de las culturas originarias de América.

En todos los casos (literario, cinematográfico y radial), estamos en presencia de la construcción de atmósferas de aquello que narramos. Es decir, de la aprehensión de los invisibles latidos, de las emociones que vuelan en el aire. De tomarnos de la mano, del oído, de los sentidos. De hacernos respirar, oler y vivir justo ese instante.

La palabrería en la radio es como una descarga con balas de salva. Los lugares comunes ―que tantas veces nos inundan―, pueden rellenar un minuto, pero a nadie tocan.  Todo suena, incluso el silencio. Esos paisajes sonoros naturales o esos efectos sonoros que fabricamos, convenientemente pensados e integrados, más que embellecer la estructura narrativa, la sostienen.

En la radio hay palabras ciegas, pongamos un ejemplo para ilustrar. Alguien comenta el concierto de un “violinista virtuoso” en una sala “francamente hermosa”. No podemos ver ni lo uno ni lo otro. En cambio, si hacemos referencia a como las cuerdas cimbreaban, a como el silencio se posaba en cada butaca… la imaginación se dispara y hacemos copartícipes al oyente de aquello que contamos.

Resulta imprescindible manejar los resortes dramatúrgicos y el arte de las sutilezas. A veces hay que contenerse, y otras, hay desbordarse. Vale mismo para una novela que para una crónica o un diálogo. Que la palabra que decimos no sea menos que la música que suena. Que la música arrope la frase. Que la descripción sea como un relámpago, solo con la luz necesaria. Que la rapidez no se convierta en apremio. Que hagamos estremecer a quien escucha con nuestro mismo latido.

Autor

  • Reinaldo Cedeño Pineda

    (Santiago de Cuba, 1968) Licenciado en Periodismo (1991) y Máster en Comunicación Social por la Universidad de Oriente (2004). Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2021) por la obra de la vida. Alcanzó el premio de los concursos nacionales de poesía Hermanos Loynaz (2011) y Regino Pedroso (2014). Premio Latinoamericano de Crónicas (Portal Nodal Cultura, 2016). Entre sus libros: A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011), Poemas del lente (2013), La noche más larga. Memorias del huracán Sandy (2014), Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y Las pequeñas palabras (2019). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Actualmente es realizador de la emisora Radio Siboney.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ocho + 1 =