No se trata de la alternancia de preguntas y respuestas, no se trata de un mero entrevistado. Tenemos en nuestras manos el hilo de una historia y a su protagonista. Así lo asumo.
Lo voy a confesar: las entrevistas las gozo, las sufro. En esos minutos el tiempo se suspende, se abre ante mí el pasado, el futuro. Los sentidos se disparan en el afán de atraparlo todo, de bordar cada palabra, de interpretar un gesto. Observo la imagen de portada, con el profesor Gustavo (hijo del mítico radialista Antonio Lloga), y me sorprendo.
Una entrevista requiere una sinergia, has de conducirla hasta trenzar la atmósfera. Es la cocción de dos subjetividades. Por el camino me he encontrado a personas locuaces, colaborativas, desbordadas. En esos ríos de ideas es fácil navegar, pero también te aguardan cascadas que has de sortear y silencios profundos y nervios a flor.
Una entrevista no es el encuentro frente a frente. Ni el que otras circunstancias nos han impuesto, el teléfono o las redes. Hay mucho de sicología en ellas que marcan el antes del momento mismo de la interacción.
Ciertos modelos hablan de personalidades marcadas por la sociabilidad y la preferencia por las sensaciones nuevas, o la reserva y los caminos seguros; la alta responsabilidad y el orden, o la tendencia a la pura creatividad; la cordialidad y la confianza, o el escepticismo y el pensamiento crítico.
A veces he querido correr al terminar una entrevista, algunas te disparan la adrenalina. Otras veces, me he sumido en un prolongado silencio, porque las ideas se te echan encima como rocas. Una intercambio entre dos personalidades, siempre produce una chispa y el eco se prolonga más allá.
La radio trabaja con una dinámica inevitable. Los martes de Música y algo más, son así. Pregúntesele a su directora, Zulima Nicolau Lahera. Si se trata de una conversación en vivo ―a diferencia de lo escrito―, no podrás enmendar en la redacción el enfoque erróneo de una interrogante o la respuesta ríspida de un entrevistado.
La radio exige una concentración absoluta.
Siempre recuerdo a una actriz que me dijo una tarde que la estaba “desnudando”. Y sí, de alguna manera una entrevista es eso, una desnudez asistida. Aquí les dejo aquel intercambio, tal cual ocurrió en la revista vespertina de Radio Siboney.
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