Simposios, foros interactivos, encuentros de escritores, decimistas, repentistas y sobre todo el agradecimiento interminable del pueblo a quien lo representó desde sus raíces más populares, conforman un sentido y abardacor homenaje que no no estaría completo si no se tuviera en cuenta su quehacer en la Radio Cubana que marcó intensos caminos de la historia de este medio de comunicación que, para alegría de todos los que lo amamos, acaba de cumplir 90 años. Parece una coincidencia bien agradable que Naborí y la Radio cumplan nueve décadas de absoluta vigencia.
Mi amistad con Naborí me dejó enseñanzas inevitables. Un hombre de una sinceridad absoluta tenía el don (quizá la magia) de conversar haciendo de los recuerdos vívidas secuencias de indudable presencia. Uno tocaba con las manos lo que él hablaba. De aquellos inolvidables encuentros en la biblioteca de su casa vedadense guardo buena memoria.
Y con mucho cariño, por entonces, el tema de la Radio se tradujo en mis preguntas y sus respuestas que ahora cobran a 90 años de su llegada a la vida un interés especial.
Aquí les muestro:
-Hay un aspecto de su vida poco divulgado: su relación con la Radio. Naborí, ¿cómo se inició esa relación?.
-Mis labores en la Radio comenzaron en 1939 en El Progreso Cubano, que así se llamaba la actual Radio Progreso. Empecé como trovador. Me presenté una noche en un programa que se llamaba La Corte Guajira del Arte. El espacio consistía en presentar a los improvisadores, ponerles un pie forzado y el público decidía quién era el mejor. Entonces triunfé. A la dirección de la emisora le atrajo mi actuación. Yo tenía 17 años y empecé a trabajar como artista exclusivo de ese programa y no demoré en ser libretista.
-¿De los propios programas campesinos?
-Campesinos y de todo tipo, porque pude trabajar en las principales radioemisoras de Cuba. Pero volviendo a los programas campesinos había uno, La Hora Mambisa, donde cantaba Salazar Ramírez, un cantor de guajiras y tonadas de salón que tenía una voz exquisita aunque las letras que escogía parece que no eran buenas, y hubo un periodista que comentó que él cantaba guajira y décimas con una tonada de salón, pero con letras de cochiquera y sugirió que me dieran la tarea de escribir las décimas para que él las cantara. En esto influyó el hecho de que yo había llamado la atención en mi programa por ciertos aspectos que detectaron los críticos en mi décima campesina. Ahí fue cuando precisamente empecé a escribir y trabajar en la Radio como trovador unas veces y otras como escritor de programas.
Estos son asuntos de la historia radial cubana en los que tendremos que seguir profundizando. A nuestro Jesús Orta Ruíz habrá que seguir acudiendo en busca de sabiduría de la buena y trascendente.
Siempre que se aborden aspectos de su vida no podrá dejarse a un lado su entrega al medio radial que de alguna manera, sin dudas, le permitió trascender como poeta.