Escuchar al pueblo, interpretar sus razones, responder sus interrogantes, hacerlo participar, a eso nos enseñó Fidel; sin importar las complejidades, la rudeza de los tiempos, la circunstancia apremiante. Hoy, cuando se enfrenta Cuba a la recuperación de un huracán que devastó la región occidental, estamos ante uno de esos momentos en los que el país, con esa savia, crece. En Pinar del Río, por ejemplo, los vientos y las lluvias golpearon un pilar de la economía nacional: el tabaco; destrozaron considerablemente su fondo habitacional; dejaron bajo agua extensos cultivos; echaron al piso la infraestructura eléctrica en la porción occidental de la nación y, como consecuencia, ocurrió un fallo en la red que apagó toda la Isla. La falta del vital servicio complicó, además, el abasto de agua. Varios problemas nos han puesto a prueba en los últimos meses, y cuando a algunos les parece que no hay salida posible, Cuba la encuentra siempre en el trabajo unido, en la solidaridad y en la participación de su propio pueblo. Ante las adversidades, sumadas una tras otra, algunas por eventos naturales, otras por lamentables accidentes, y muchas por el empeño enemigo de rendir por hambre y necesidad a nuestro pueblo, mediante el nefasto engendro que es el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, en la conducción de la nación no hay otra hoja de ruta que aquella que trazó con su ejemplo la generación histórica de Fidel y de Raúl. Nuestro enemigo ataca, porque teme la continuidad que representa la nueva generación al frente del país, y es tan grande ese miedo que hace todo, más que nunca, por cortarle cada posibilidad para el progreso. La persecusión obsesiva de Cuba, por la mayor potencia del mundo, no es sino revelación del abuso cruel y cobarde. Clara evidencia ha sido el ensañamiento oportunista …