El escabroso camino del coraje

Desde hace 66 años, el 30 de noviembre de 1956 es sinónimo, con merecida justicia, de rebeldía, coraje, de honor en el cumplimiento del compromiso contraído, aun a riesgo de la vida, de apoyo popular a la lucha revolucionaria, de sangre joven y fértil ofrendada a la Patria en pos de un ideal. Pero rara vez se le analiza desde otra dimensión prácticamente desconocida: su significado en relación con el complejo entramado de fuerzas políticas de oposición a la dictadura de Fulgencio Batista. Lejos de constituir una acción unilateral y en solitario del Movimiento 26 de Julio, en esa fecha debió haber ocurrido, según lo planeado, un levantamiento concertado de varios sectores insurreccionales, con el propósito común de derrocar a la dictadura. Desde julio de 1956, cuando en un giro táctico incomprendido por algunos, Fidel modificó la antigua línea de independencia política, de origen chibasista, y convino en llegar a pactos con otras fuerzas, el Movimiento participó en varias gestiones que buscaban tejer la alianza más amplia posible. Partía de la convicción de que ningún grupo podía en ese momento, por sí solo, producir la caída del régimen, y de que la única manera de alcanzar ese objetivo era uniendo, «sin excepciones ni exclusivismos de ninguna índole», todos los hombres, todas las armas, todos los recursos, de las organizaciones dispuestas a la lucha. Solo así podría obtenerse «un triunfo seguro y fulminante». «¡Después, ya veremos!», sería la respuesta de Fidel ante las preocupaciones por las amenazas que, para el futuro proyecto revolucionario podían implicar los compromisos con algunos de esos sectores, como los seguidores del depuesto presidente Carlos Prío, que pretendían únicamente un retorno al 9 de marzo de 1952. Lo primero era salir de la dictadura, y resultaba indispensable la coordinación de los esfuerzos de toda la oposición insurreccional …

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Orieta Cordeiro: Radio Progreso es uno de mis grandes amores

Conversar con la M.Sc. Orieta Cordeiro, profesora de la capitalina Universidad de las Artes (ISA), para evocar el centenario de la Radio Cubana y el aniversario 93 de la salida al aire de Radio Progreso, deviene un verdadero privilegio para cualquier profesional de la palabra escrita. La también exvicepresidenta de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) es una de las figuras estelares de la radio insular; medio que, según ella misma expresara, «es uno de mis grandes amores». La escritora, asesora y directora de espacios dramatizados (jubilada, pero no retirada), en la nonagenaria Emisora de la Familia Cubana, ha recibido innumerables reconocimientos por su consagración a la literatura y la radio caribeñas. Sin más preámbulo, dejemos que sea Orieta Cordeiro quien les relate a los lectores cómo ha discurrido su fecunda vida artístico-profesional (incluida la actividad docente-educativa), en la «Onda de la Alegría». ¿Cuáles fueron los factores motivacionales que orientaron su vocación profesional hacia la literatura, y concretamente, hacia la radio, uno de los medios masivos de comunicación que llega a todos los rincones de nuestro archipiélago, y sin pedir permiso, entra a los hogares de millones de cubanos? Le digo que a la literatura me motivaron mis padres, quienes aunque no eran personas de un gran nivel educacional siempre fueron ávidos lectores; y a través del ejemplo, pude descubrir —desde que era una niña— una virtud que me ha acompañado siempre: el inmenso placer que la lectura proporciona a la mente y el alma. También influyó mucho en mí un primo muy querido, quien me enseñó que «la lectura inteligente constituye, en nuestro mundo, la clave de la cultura». Mi madre me compraba todas las obras literarias apropiadas para niños y adolescentes. Mi hábito de lectura se formó …

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