Luis Rielo Morejón: Aquel niño que nunca fue

¿Cómo fue el ambiente familiar de Luis Rielo?

Mi padre era un español, muy recto, muy honrado, pero extremadamente pobre. Trababa en la Ciénaga de Zapata, al sur de la provincia de Matanzas, haciendo polines de ferrocarril, lo cual solo le permitía venir a la casa 2 ó 3 días al mes. Un día, contaba yo con 6 años, me llevó para que lo ayudara con un horno de carbón que estaba haciendo. Aquello era espantoso, entre el mosquito, el jején y la humedad. Al final mi padre tuvo que regresarme a la casa. Esos son los primeros recuerdos de mi infancia.

Y después ¿la familia pudo mejorar económicamente?

Cuando yo tenia 7 años mi familia se mudó para un lugar llamado Las Catalinas  y después para otro, nombrado María Dolores. En ninguno de éstos había electricidad, por tanto no sabía lo que era la radio, ni el cine. Allí en María Dolores, por lo menos comencé a ir a una escuelita rural y allí conocí la electricidad. En ese batey había una nave donde cada domingo proyectaban una película. Un día mi hermano mayor me llevó.

Entonces puede afirmarse que ese fue el momento que usted tuvo un acercamiento al mundo del arte. ¿Cómo lo define?

Lo primero que ví fue una película muda de El Zorro… Viendo la valentía y la destreza del personaje, me entró un no sé que, parecido a un amor a primera vista y le dije a mi hermano “cuando sea grande voy a hacer lo mismo, voy a ser artista”. ¿Tú eres tonto?, me dijo mi hermano, ¿artista aquí en medio de este campo?, y le contesté “pues lo voy a ser”.

Y mantuvo ese deseo, ese propósito en aquellos momentos.

Yo era analfabeto, tenía frenillos y arrastraba la erre… En aquellos momentos existía la costumbre de sentarse todos a la mesa aunque lo que hubiera fuera solo harina y boniatos. Una vez mi padre le dijo a mi madre: “cuando yo muera quiero dejarle 4 o 5  mil pesos, para que no pasara trabajo”, y yo le dije en ese momento: “no se preocupe papá. Yo se los voy a dar cuando sea artista”.Imaginen aquello dicho por un niño que apenas sabía leer y escribir, en medio de aquel campo.

¿Cuándo la familia pudo salir de la Ciénaga de Zapata?

Fue por una causa muy triste. Teniendo 12 años un rayo mató a mi hermana Emelina. Mi madre estuvo muy enferma durante mucho tiempo y mi hermano mayor que ya estaba en La Habana, decidió traer a toda la familia. Demás está decirle que trabajé en todo: vendí billetes, carbón, viandas, fue dependiente de bodegas, pero siempre con la obsesión de ser artista. Un día la hija del dueño de la bodega donde trabajaba me dijo “mira lo que te traje”, era un recorte de periódico que decía: ¿quiere usted ser actor, declamador, locutor? Ver al profesor Vermell. Ya me sentía artista. Pero regresé a la realidad ganaba 25 pesos al mes y las clases costaban 15 pesos y el horario de la bodega no me permitía asistir.

¿Y entonces qué hizo?

Mi hermano mayor, que trabajaba en una posada, consiguió otro trabajo y le insistió al dueño para que me aceptara. No fue fácil, porque yo era menor de edad. Pero me dio la plaza y ya con 60 pesos era posible pagar las clases. Cosa que hice por adelantado con el primer sueldo.

Pienso que a partir de ahí todo sería más fácil.

Eso creía yo. Pero en la segunda clase el profesor me mandó a leer unos versos de nuestro Apóstol José Martí, lo que yo no había hecho nunca. Cuando comencé aquello fue horrible, nunca había leído en voz alta, era casi analfabeto, con frenillos y arrastrando la maldita erre. El profesor me arrancó el libro de las manos y me dijo “usted nunca será actor”. El mundo se derrumbó a mis pies. Mis compañeros me alentaron para que leyera en voz alta con un lápiz o un corcho bajo la lengua.

Desistió en ese momento y trató de cultivarse de otra forma primero.

Que va. Volví a mi casa hecho un desastre, busqué revistas, periódicos y cuanto encontré a mano, me encerré en el baño y durante 24 horas nadie pudo usarlo. Golpeaban la puerta y me gritaban loco y yo leyendo y leyendo. Estuve así 24 horas, leyendo en voz alta con un lápiz en la boca.

¿Y le dio resultado?

En la clase siguiente, el profesor trabajó con todos, menos conmigo, pero al final de la clase, como yo le había pagado un mes por adelantado, le dije “`profesor usted a mí no me ha dado clases”. De mala gana me dio el mismo libro del día anterior, se alejó y yo comencé a leer. Al poco rato se fue acercando, sus pisadas con zapatos de tacones tejanos sonaban en mis oídos, las manos me sudaban y temblaba de arriba a abajo, se paró frente a mí y quitándome el libro me dijo; “perdón, usted sí será actor”. Aquella fue la frase más bella escuchada por mí en toda la vida. Salí de allí creyendo que era el actor más grande del mundo. Me operé el frenillo y estudiaba y leía a cada instante que podía.

¿Soñó alguna vez con llegar al mundo de la actuación en grande?

Si llegar a donde he llegado en la actuación se le puede llamar así, sí, ése fue siempre mi sueño.

¿Cuál fue su primer medio de expresión artística?

El teatro. La primera vez que actué fue en la obra El cartero del Rey con Néstor Molina y dirigida por Erick Santa María, en el Teatro Nuestro Tiempo. Aquella primera actuación significó la realización de todos mis sueños.

En la Radio ¿Cuántos personajes recuerda?

En la Radio trabajé mucho, primero como actor y después alternaba con la dirección también. Los personajes que más recuerdo son El Cabo Rocha en el programa Taguarí, que fue el primero que realicé y el del personaje de Jacinto en la novela Kety Villada, en la novela de las dos de Radio Progreso. De la Radio guardo muy buenos recuerdos como actor y también como director, donde destaco a Nguyen Soung, por Radio Liberación, protagonizado por Juan Carlos Romero, en un momento que el compañero Carlos Paulín dejó de dirigir el programa.

¿Con cuántos directores trabajó?

Imagínese, en 55 años he trabajado con muchos, tanto en radio, televisión y también en el cine. En la Radio recuerdo mucho a Sol Pinelli, Xiomara Blanco y a muchos otros, pero con el que más trabajé en CMQ y Radio Liberación fue con Oscar Luis López, quien además me enseñó a dirigir, aprendí con él mucho de actuación y dirección. En televisión la lista es inmensa, pero debo mencionar a Erick Kaupp, Silvano Suárez, Roberto Garriga,  Antonio Vázquez Gallo, Jesús Cabrera, Eduardo Moya, Miguel Sanabria, entre otros. Y en el cine fui dirigido por Manuel Octavio Gómez, Octavio Cortazar, Manolo Pérez…  Por cierto hace pocos meses protagonicé la película de la televisión Polo viejo bajo mi piel, que dirigió Jorge R. Padilla.

¿Por qué casi siempre lo escogen para los personajes negativos?

Mi primer personaje de importancia en la televisión fue en el programa Carlos Valiente, una serie que se transmitía a las 12 meridiano por CMQ televisión. Eso fue allá por 1966, el personaje se llamaba Marcus y era negativo. Años después Silvano Suárez, fundador del espacio Aventura en 1963, me pìdió que trabajara con él en su segunda serie de El Zorro. Actué como uno de los hermanos Malpica.

¿Esta aventura lo trasladó a aquella nave donde usted con solo 8 años tuvo el primer acercamiento a la pantalla?

Sí lo primero que vi en mi vida fue El Zorro, con él comencé mi sueño de llegar a ser actor. El personaje que me asignó Silvano también fue negativo, pero lo disfruté mucho. Esta aventura, a pesar de que las de Robin Hood habían sentado un precedente, creó una especie de locura televisiva, ya que en el horario de 7 y 30 a 8 de la noche, el país prácticamente se paralizaba. Aquí fui donde me di a conocer y me hice popular como actor, adquirí cierto nivel dentro de la actuación y me consolidé como tal, por eso El zorro tiene dos etapas decisivas en mi vida: la que me despertó el sueño de ser actor y la que años después me dio a conocer como tal.

Pero ¿a qué se debe que casi siempre lo buscan para interpretar a los malos?. Recuerdo que no solo es en las Aventuras. Porque Roberto Garriga, también lo llamó para entregarle al mayoral abusador Matías, en la novela de Dora Alonso Sol de Batey, que disfrutamos por el Canal 6 de la televisión a mediados de los años ochenta.

Tal vez al comenzar interpretando negativos y a mí gustarme realizarlos, se fue creando un facilismo a la hora de hacer un casting, como se dice ahora. Y con algunas excepciones siempre me escogían para interpretar  a los malos, pero aunque no lo creas, estos personajes malos, son mucho más ricos en matices a la hora de realizarlos, pues generalmente los buenos son buenos-buenos y los malos por muy malos, nunca dejan de tener algo bueno.

Su presencia en las Aventuras es casi sistemática ¿En cuántas trabaja?

Desde que Silvano me llamó para El Zorro, he actuado en más de treinta, entre las que destaco: Los Viquingos, Los Mambises, en sus múltiples versiones, El Halcón Negro, Contra el invasor, Los Comandos del silencio, El secreto del Rey sol, El Mayor, El jaguar, En la retaguardia del enemigo, Los pequeños fugitivos, Memorias de un abuelo, 1958, como un sol de fuego… y en más de 20 interpreté personajes negativos.

¿Trabaja también en el teatro?

Lo primero que hice como actor fue en el teatro, pero en aquella época existían pocas salas de teatro con funciones los fines de semana. En la radio y en la televisión que recién comenzaban había más posibilidades de trabajo y en esos primeros años me dediqué a estudiar y a hacer extras en la televisión y pequeños papeles en la radio. Todo esto contribuyó a mi formación como actor. Aprendí lo que es el rigor, la disciplina y el respeto en el campo de la actuación, cosas éstas que me han acompañado toda la vida y de las que estoy orgulloso. Después ya no tuve oportunidades de trabajar en el teatro, pues me dediqué a la radio, la televisión y el cine.

Si tuviera que hablar de momentos agradables y desagradables. ¿Qué es lo primero que pensaría? Dígame primero los agradable.

Un momento feliz en mis 55 años como actor, fue la primera vez que me vi actuando en un escenario y me parecía imposible él haber logrado el sueño que tenía desde los 8 años. El otro momento más feliz fue cuando subí las escaleras de la CMQ y entré en un estudio de radio primero y después en uno de la televisión para actuar. Todo aquello era mi sueño hecho realidad, al fin había vencido.

¿Y el más desagradable?

Cuando trabajaba en el serial El jefe mambí e interpretaba a un voluntario español que ataca un campamento mambí, en el que mi hijo de verdad Ricardo se desempeñaba como jefe de ese campamento. Tuve que perseguirlo y capturarlo, después lo arrodillé y le corté la cabeza. Estuve tres días sin poder conciliar el sueño, esta escena no se me quitaba de la cabeza. Aún hoy día cuando esa escena viene a mi memoria me estremece, pues aún cuando actuando éramos enemigos, en mi subconsciente sabía que era mi hijo en la vida real.

Qué casualidad. Le iba a pedir que me hablara de sus hijos.

Tengo 4 hijos, todos de mi primer matrimonio. 3 varones y una hembra, y nietos y 3 bisnietos. De mis hijos, sólo Ricardo estudió actuación en el ICRT, pero por tropezones de la vida no continuó estable en la actuación. Es abogado y trabaja, pero esto no le impide que de vez en cuando, interprete algún personaje. Sin embargo, su hija Ridey, sigue mis pasos, todo parece indicar que será buena actriz, ojalá.

Entonces ¿Se siente satisfecho?

Si miras mi pasado y mi presente, dime si tengo o no motivos para darle gracias a la vida. Sí, me siento extremadamente feliz por lo que he logrado como actor, como padre, abuelo y como ser humano, pero aún busco el mejor personaje a interpretar, ese nunca llega, y es que siempre queremos dar algo más y mejor. Por eso nunca nos sentimos satisfechos con lo logrado y seguimos soñando con hacerlo mejor.

 

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