Alicia Alonso, una presencia eterna

Mujer artista de excelso virtuosismo, afirmó siempre que sus dos grandes pasiones eran la danza y la vida, una afirmación tan exacta desde que entendemos que ella trajo a la vida, hizo carne a cada personaje que interpretó, al tiempo que su propia vida la consagró a la danza.

Rememorar su icónico legado nos lleva a recordarla como excepcional bailarina y también como coreógrafa y pedagoga. Alicia Alonso no acopió para sí los largos e intensos años de su quehacer sobre los escenarios; en todo momento los compartió con las nuevas generaciones para que el ballet siga siendo una realidad en Cuba.

Gracias a la Revolución el 20 de mayo de 1960, y por iniciativa de nuestro eterno Fidel se firmó la ley No. 812, mediante la cual el Estado Cubano daba todo su apoyo al Ballet Nacional de Cuba. A partir de entonces los sueños de Alicia comenzaron a realizarse plenamente; aquellos que habían comenzado en el ya lejano octubre de 1948. “Fidel es un ser excepcional; hizo rápidamente suyas nuestras ideas y las enriqueció. Desde el primer encuentro que sostuve con él, me di cuenta de que Fidel comprendía la importancia de la cultura artística, y particularmente del ballet, para la Revolución”. (*)

El pleno acceso del pueblo cubano a la educación y a la formación artística abrió las puertas para la masificación y consecuente formación de bailarinas y bailarines que recibieron de nuestra Prima Ballerina Assoluta tanto saber como destrezas, inspiración y rigor en la práctica de una disciplina cuya realización solo es posible cuando se hace parte consustancial de la existencia.

Se suman a su virtuosismo y refinamiento artísticos la esencia cubana de Alicia Alonso y su indiscutible amor y vocación por nuestra Revolución. Mediante su arte y su vida siempre estuvo plenamente identificada con ella, eterna admiradora de Fidel, de quien en todo momento recibió reconocimiento y apoyo. “Tuve la dicha de que el sueño de situar el ballet como una de las expresiones culturales más importantes en la nueva realidad revolucionaria comenzara a cumplirse muy pronto.” (*)

Las coreografías de grandes clásicos realizadas por Alicia Alonso incluyen a “Giselle”, “Grand Pas de Quatre”, “La Bella Durmiente del Bosque” y “La Fille mal gardée”.  Todas estas se han granjeado reconocimiento mundial, interpretadas por los Ballets de la Ópera de París, de Viena y de Praga, así como compañías como la del Ballet de San Carlo de Nápoles o la de La Scala de Milán.

Fueron muchos los reconocimientos que recibió en Cuba y otras latitudes. Al Premio Nacional de Danza y la Orden José Martí otorgados en su Patria se añade su nombre al del Gran Teatro de La Habana. En el plano mundial le fue otorgada la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid y el Premio ALBA de las Artes. Francia le confirió el grado de Oficial de la Legión de Honor. Como Doctora Honoris Causa por la Universidad de La Habana y por la Universidad Politécnica de Valencia, también la UNESCO le concedió la medalla Pablo Picasso por su contribución a la danza.

La noticia de su deceso a los 98 años ha provocado consternación dentro y fuera de Cuba, tanto del mundo artístico como de otros ámbitos. Es que muchos, sin haberla visto jamás danzar, la veneran y respetan por su condición de ícono del arte contemporáneo. Para figuras como ella la muerte no es un adiós ni un final. Es el paso a otra dimensión de su quehacer incansable. Con toda razón nuestro Presidente de la República, compañero Miguel Díaz-Canel Bermúdez afirmó: “Alicia Alonso se ha ido y nos deja un enorme vacío, pero también un insuperable legado. Ella situó a Cuba en el altar de lo mejor de la danza mundial. Gracias Alicia por tu obra inmortal”.

Igualmente recordamos lo que el 16 de octubre de 2008 en Carta a Alicia Fidel le escribió: “Tu mérito es muy grande. Alcanzaste los más altos laureles del mundo antes del triunfo de la Revolución. Solo excepcionalmente alguien puede realizar esa proeza. Hoy el ballet y otras muchas actividades del arte y la cultura se han masificado. Aquella fue como la mano de seda que despertó el genio dormido en el fondo del alma de nuestro pueblo.”

Ahora que empezamos a extrañar su presencia física, la imaginamos ir al encuentro de su inmortal Giselle y tal vez , por obra de un milagro etéreo, la veamos saltar con esa, su gracia inigualable, entre constelaciones mientras deja tras de sí un fragante polvo de estrellas.

 

  

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