Da vergüenza el confort…

Un ser de otro mundo… un animal de galaxia, así se refería a él, Silvio Rodríguez, el trovador cubano. Ernesto Guevara de la Serna, “Che”, no sucumbió ante el halo de guerrero victorioso. No sucumbió ante el poder.

Renunció a puestos muy codiciados en este mundo, Ministro de Industrias, Presidente del Banco, representante internacional. Y se volvió a las selvas y a las montañas. Los descreídos y renuentes, sus enemigos de tajo, le han tildado de aventurero, loco, idealista incorregible… Sin embargo, ellos mismos se han preguntado con asombro, de qué material estaba hecho este hombre. Parecía un caballero salido de un canto épico; pero era real.

En mis primeros años de estudiante, repetía el lema “Seremos como el Che”, lo repetía una y otra vez,hasta que, con un poco más de años, me pregunté qué era ser como el Che.¿Acaso, era posible? Y entonces, comencé a leer su Diario de Bolivia…

En su 39 cumpleaños, Ernesto Guevara no destapó ninguna cerveza ni su hogar fue convite de amigos. Escribió: «Pasamos el día en la aguada fría, al lado del fuego, esperando noticias… se acerca inexorablemente una edad que da qué pensar sobre mi futuro guerrillero; por ahora estoy entero”.

Solo ideas muy firmes podían sostenerle en aquellos parajes, lo levantaban de aquel cansancio “como si me hubiera caído una peña encima»; o cuando sentía «el asma a todo vapor».

Ser como el Che es seguramente volcar en la olla común, como él hizo, su plato de arroz con pollo, para que todos comieran lo mismo. Es observar, detenidamente, como explicó en carta pública las razones por las cuales tuvo que mudarse a Tarará, cerca de la playa. El asma a todo vapor, otra vez.

Algo de asceta tendría, por ese su desprendimiento material; mas jamás pidió sacrificios que él mismo no fuera capaz de hacer. Nunca recibió cuotas de alimentos extras, en medio del racionamiento general. Su sinceridad podía tornarse ríspida; pero su espíritu rechazaba los regalos exclusivos, y todo aquello que oliera a prebenda. Los privilegios egoístas le quemaban

Ernesto Guevara pensaba por sí mismo. Hay que pensar siempre por uno mismo. Algo maloliente percibió en la reducción del arte a fórmulas, las del estilo llamado realismo socialista, durante su visita a Europa del Este y a la URSS. Es apenas, 1965…

“Se busca la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios (…) ¿por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida? […] no se pretenda condenar a todos las formas de arte posteriores a la primera mitad del siglo XIX desde el trono pontificio del realismo a ultranza”.

Un revolucionario no era para el Che una abstracción conceptual, sino una actitud. En consecuencia, escribió: «No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial, ni ‛becarios’ que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas”.

Impresiona aquella imagen del Che de mirada profunda, pelo suelto, estrella en la boina. Fue tomada por Alberto Díaz Gutiérrez, “Korda”, en La Habana, una fría tarde de marzo de 1960, durante el acto de despedida a las víctimas de la explosión terrorista del vapor La Coubre. Aquella es, quizás, la fotografía más famosa del mundo.

La poesía es una gota de condensación primera. El uruguayo Mario Benedetti, retrató el espíritu, el largo eco del Che: “(…) da vergüenza el confort / y el asma da vergüenza / cuando tu comandante estás cayendo”.

Autor

  • Reinaldo Cedeño Pineda

    (Santiago de Cuba, 1968) Licenciado en Periodismo (1991) y Máster en Comunicación Social por la Universidad de Oriente (2004). Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2021) por la obra de la vida. Alcanzó el premio de los concursos nacionales de poesía Hermanos Loynaz (2011) y Regino Pedroso (2014). Premio Latinoamericano de Crónicas (Portal Nodal Cultura, 2016). Entre sus libros: A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011), Poemas del lente (2013), La noche más larga. Memorias del huracán Sandy (2014), Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y Las pequeñas palabras (2019). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Actualmente es realizador de la emisora Radio Siboney.

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