Secretas ciencias del periodismo martiano

Como tal ha de tener bien definida su estrategia y su táctica, pues  no todos los temas pueden tratarse de la misma manera en cada momento.

Un análisis sincero de una cuestión determinada hecho a destiempo, puede malograr el resultado de una acción ineludible para la consecución de un objetivo vital a la causa que se defiende.

Se infiere que,  además de sabio y bueno, el buen periodista debe ser astuto, de lo contrario volverá contra sí mismo sus armas.

Aquellas flaquezas de lo propio que deviene imprescindible ventilar entre los compatriotas -porque lo que ha de interesar al profesional  honrado es sanear el mal y no armar alharaca-, no han de sacarse innecesariamente a la vista del enemigo que las aprovechará sin dudas en su beneficio.

En el artículo Nuestra Prensa, publicado en Patria, Martí expresa: “una es la prensa, y mayor su libertad, cuando en la república segura se contiende, sin más escudo que ella, por defender las libertades de los que las invocan  para violarlas, de los que hacen de ella mercancía, y de los que las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su autoridad.

“Pero la prensa es otra cuando se tiene en frente al enemigo. Entonces en voz baja se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír,  no es más que la voz de ataque”. Esta lección resulta permanente.

El ocho de junio de 1875, en La Revista Universal de México, definía con inusitada profundidad el papel que debía asumir la prensa:

“…Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos  con un juicio apasionado; no encarnizarlos con un alarde de adhesión  tal vez extemporánea, tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas a consulta y reformarlas según ella;…”

Entonces tenía solo 22 años, pero ya resumía con tal discernimiento y agudeza los objetivos y las misiones del periodismo ético y revolucionario que predicó, revelándose como periodista de afilada pluma y acercándose a todos los temas con igual sabiduría, rapidez y seguridad.

Desde su perspectiva, el periodista debía ser orgánicamente revolucionario, no únicamente en política, o quedar reducido a la categoría de simple repetidor o amplificador de acontecimientos. Debía conocer desde la nube hasta el microbio y estar atento a los signos de los tiempos.

Solo a la enorme base cultural que cimentó y en la que se apoyaban sus juicios, unida a la capacidad excepcional de ver -porque miraba con el corazón- donde otros no veían, por la comparación, por el análisis, se debe la magnitud de su legado periodístico.

También responde a su indómita voluntad de participar de manera activa en la construcción de un mundo nuevo, en una época donde debía cotejarse a la novedad de los sucesos, la novedad de la palabra y del estilo que debían describirlos y desentrañarlos.

Y es que Martí se expresó en un tono profundamente revolucionario, vitalidad ética y movilizadora de oyentes y lectores. A esto se debe, en esencia, que  sus textos fundadores sean totalmente contemporáneos.

Conocer y meditar, y viceversa, son dos factores imprescindibles a la hora de enfrentar el análisis de cualquier asunto, aunque sea el más trivial. He ahí una secreta ciencia del periodismo martiano.

El tamaño del periodista que fue no está dado por la poquedad de su época, que dio voces que aún hacen vibrar los claustros de las escuelas de letras. La lectura de sus textos ruboriza el más exigente, pues él habló como un erudito de cuanto fue preciso y creyó útil al mejoramiento humano.

En su función formativa, el periodista debía tener claro su objetivo. No decir por la avidez de sentar cátedra en la prensa o en la lengua, ni hacer gala de una sapiencia estéril, sino decir con aquel elevado concepto ético de lo humano trascendente que lleva al individuo a ser su mayor crítico y su mejor preceptor.

Y no ser simples críticos, sino actuar y obrar con la certeza de que la Revolución es nuestra y en función de esto develamos tendencias negativas, y proponemos alternativas con la pasión de la verdad como premisa.

El papel de la prensa debe proyectarse en tal sentido, no puede ser mero reproductor, sino partir de un ejercicio coherente de contrastar opiniones y profundizar en la investigación de temas neurálgicos o de gran incidencia en la vida nacional y de elevada repercusión pública.

Martí sigue siendo el guía que nos enrumba por el único camino que hará perdurable nuestra obra, el de la entrega sin límites al logro del mejoramiento humano y la confianza en la utilidad de la virtud.

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