La huella de su sonido

La memoria es un arca sagrada. Hay tesoros que guardo en la mía que tienen que ver con la radio. De lo que me llegó desde ese artefacto con bocina, mucho es envoltura de momentos dichosos, y de grandes sacudidas. Por: Madeleine Sautié. Ilusiones de la niñez, fantasías adolescentes, escenas patrióticas, noticias conmovedoras, cercanías e identificaciones de seres que nunca vi, pero tocaron muchos sentimientos…, todo eso es en mi piel la radio, que el 22 de agosto cumplió, en Cuba, un siglo de existencia. Radio Cubana un siglo de magia convertida en sonidos https://t.co/OY91FWjViE — Radio Cubana (@radio_cubana) August 22, 2022 Con unos pocos años, esperé a Anduriña, vi caminar por la playa a Noelia; quise tener una casita en el campo alegre; vi a una niña vender globos rojos. Desperté alguna vez con programas que acariciaron la edad infantil; supe de un ciego llamado Tejedor, que cantaba canciones todos los días a las cinco de la tarde, con un timbre inolvidable. Quise hacerme grande viendo cómo los que me llevaban algunos años esperaban con ansias hacia la tarde noche el programa Now, en el que oí por primera vez a los Grand Funk Railroad. Conocí novelas históricas y de amor que luego leería, y a las que les incorporé frente a las páginas los rostros que puse a las voces de la radio, con interpretaciones memorables, capaces de montar una escena en nuestra imaginación, gracias al profesionalismo de sus actores. Frente a la radio grabé canciones que pedí, desde un teléfono público, a algún programa juvenil; escuché la supuesta voz de Martí, de modo que cuando me habla hoy lo hace con aquellas inflexiones. La radio me ofreció la voz de José Antonio, recordada cada 13 de marzo, en las escuelas del barrio. Me dio, también, recetas de …

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