por Desde su creación en 1994, la AEC ha jugado un papel importante, sobre todo, en hacer más justo el intercambio y el crecimiento de sus 25 Estados Miembros y siete Miembros Asociados.
Y es que el Caribe, por sus riquezas y tradición de colonia, en muchas ocasiones, ha sido blanco de los intereses de aquellas potencias que encuentran en esas tierras punto de anclaje e intentan sembrar discordia.
¡Iguales y diferentes! Así podemos definir nuestro Caribe, ese espacio geográfico con playas asombrosas, fauna variada y muchas riquezas naturales.
Las características similares que mueven a los Estados Miembros son aprovechados por la AEC, la cual apuesta por la coexistencia pacífica y el respeto mutuo para potenciar el desarrollo sostenible.
¿Cómo reñir entre hermanos? El siglo XXI precisa de mucha unidad y para ello es necesario, dialogar, entenderse y crear pactos duraderos que no den lugar a injusticias. Por ello, esta porción de Nuestra América aboga por mantenerse como Zona de Paz.
Más allá de proyectos sociales y doctrinas políticas, los Estados Miembros de la AEC reconocen las posibilidades de cooperación que existen entre ellos y las aprovechan en función de su crecimiento.
Transporte, turismo, comercio, enfrentamiento a los desastres naturales y conservación del medio ambiente, son brújulas para conseguir los propósitos integracionistas.
En el Caribe actuamos como entre vecinos, como familia. Nada mejor que complementarnos e intercambiar, de manera, que las debilidades de unos se reduzcan con las fortalezas de otros. La cultura, las raíces y lo real maravilloso de sus pueblos así lo propician.
Por su prestigio y posición privilegiada, Cuba asume la presidencia pro témpore de la AEC hasta 2017 y acoge, en La Habana, del dos al cuatro de junio, la VII Cumbre de la organización.
Durante esas jornadas, los pequeños estados insulares de la región dialogarán en pos de construir un nuevo plan de acción que ayude a renovar sus metas, y alcanzar nuevos y mejores proyectos «unidos por un Caribe sostenible».