Moreno y su agenda de cambios en Ecuador

Acompañado en caravana por la población que lo mantuvo una década al frente de los destinos de su país, Correa se despidió de los ecuatorianos por ahora, pues advirtió que volvería si un día se le necesitaba.

Con la etiqueta #TeEsperamosRafael el pueblo recordó su histórica gestión en un país conocido por los continuos golpes de Estado, por corrupción y alianza a Estados Unidos y expresó en las redes sociales su solidaridad y agradecimiento al líder de la Revolución Ciudadana, iniciada en 2007 y que instaló una Asamblea Nacional Constituyente para crear las bases de una nación soberana e incluyente.

Ahora, este economista que llevó adelante el proceso revolucionario en medio de adversidades de diverso tipo y devino líder natural de América Latina tras el fallecimiento del presidente venezolano Hugo Chávez, dedicará su tiempo, dijo, a la Academia, su familia -su esposa es nacida en Bélgica- y otras responsabilidades vinculadas al pensamiento.

En su lugar quedó Moreno, quien fuera su vicepresidente, y que desde un primer momento aclaró, aún en plena campaña electoral, que tomaría distancia del anterior gobierno en algunas cuestiones que le costaron a Correa las criticas y la guerra sucia de la oligarquía opositora y de los siempre aliados de la media privada ecuatoriana que responde a los intereses de las élites locales.

Incluso, el día que ganó los comicios, el entonces futuro mandatario habló de que Correa «hizo algunas locuras», lo que cayó como un balde de agua helada en la militancia de Alianza País.

Para algunos analistas, el marcado interés del presidente de establecer un diálogo nacional con los opositores puede, a la larga, convertirse en un traspié para su gobierno, lo cual es advertido por el Movimiento Alianza País y por Correa.

Respecto a las decisiones de reunirse con figuras que trataron de quebrar la unidad nacional y reponer un régimen neoliberal, Correa, que se distingue por su hablar claro, directo, aseguró hace unos días en el programa Enclave Político: «Si quieres cambiar tu estilo, cambia, pero no hagas ese cambio el centro de tu gestión. El diálogo es bienvenido, pero debes saber con quién te sientas a la mesa y no para dialogar con quienes saquearon a Ecuador».

En declaraciones al espacio, refirió que «es ingrato y mediocre intentar diferenciarse de mi Gobierno», cuando quien lo relevó formó parte de su Ejecutivo y compartió sus ideas, al menos públicamente.

Es posible que Moreno no distinga aún que corre el riesgo de no distinguir entre actores políticos ni el peso de las concesiones que pudiera hacer a quienes antes se declararon públicamente como sus enemigos políticos.

En su afán por convertirse en un gobierno de consensos, el presidente entabló conversaciones con algunos excandidatos de las presidenciales, como Dalo Bucaram, de Fuerza Ecuador, quien en septiembre de 2016 dijo que su actual interlocutor era «un modelo caduco».

La entrevista fue criticada duramente por la actual secretaria ejecutiva del partido oficialista, Gabriela Rivadeneira, en lo que muchos ven el peligro de un quiebre a lo interno de Alianza País, lo cual resultaría muy delicado para la estabilidad de la Revolución Ciudadana.

Bucaram, hijo del expresidente Abdalá Bucaram (1996) advirtió en su campaña que «Lenín representa el continuismo cuando necesitamos despegar, no lo podemos aceptar, queremos renovación», criterios que meses después de aquella aseveración opositora, parece guiar los primeros días del nuevo jefe del Ejecutivo, quien asumió el pasado 24 de mayo.

Entre las nuevas medidas adoptadas está el retiro de las fotos de los gobernantes de las oficinas públicas, una tradición en el país, y el cambio en el antiguo esquema de comunicación.

Durante sus consecutivos mandatos, Correa mantuvo el programa sabatino y abierto Enlace Ciudadano para hablar directamente con el pueblo, el cual ya está suprimido.

Otros enemigos de Alianza País con los cuales sostuvo reuniones palaciegas a partir del pasado 20 de junio, cuando decretó el Diálogo Social Nacional como política de Estado, son los alcaldes de Guayas, Jimmy Jairala, el de Guayaquil, Jaime Nebot -siempre detrás de los planes contrarrevolucionarios-, y el de Quito, Mauricio Rosas, uno de los instigadores de las manifestaciones contra la victoria presidencial.

Incluso, aceptó la bandera de la lucha contra la corrupción esgrimida en los diálogos por los contrarrevolucionarios, cuando está consciente de que esa fue uno de los caballos de batalla de la Revolución Ciudadana para evitar el delito en las filas gubernamentales y de la sociedad en su conjunto.

Entonces, parece un infantilismo político retomar un tema propio, revolucionario, como si fuera una conquista del pliegue de peticiones de los opositores.

Tal ha sido el revuelo creado por las citas y posibles cambios institucionales previstos por el antiguo vice, -como la supuesta entrega de la administración de la Corporación Nacional Eléctrica a Bucaram- que, en una reunión con los gobernadores, debió aclarar que «esta es la misma Revolución».

Dijo más: «en el momento en que salga de Alianza País no me volveré a afiliar nunca más a ningún otro partido porque esta fue una experiencia maravillosa que nos permitió a todos en conjunto, bajo el liderazgo de Rafael Correa, reconstruir, reinstitucionalizar un país devastado. Todo eso debemos agradecérselo a Rafael Correa», en un evidente descargo para evitar una ruptura con la agrupación que lo situó en Carondelet.

Politólogos estiman que Moreno carece de la fuerza política de Correa, que siempre ganó holgadamente las elecciones, en tanto él obtuvo el 51,6 por ciento en el balotaje con Guillermo Lasso, de Creo y Suma, por lo cual considera, estiman, que busca acercarse a sus reconocidos opositores y no enfrentárseles de manera pública, como hizo su antecesor. Quiere quedar bien, y eso es muy peligroso, con Dios y con el diablo.

En estas rondas, el jefe del gobierno pretende alcanzar acuerdos en los ámbitos Plurinacional, Consejo Consultivo Empresarial, Lucha contra la Corrupción, con sectores sociales, por la información, la educación y el agro.

En su toma de posesión, prometió que enfocaría su gestión en la inclusión, diálogo, participación y unidad; mantener la dolarización, impulsar la producción nacional con el apoyo del sector privado, mejorar las relaciones internacionales, e implementar políticas oficiales de austeridad.

Aseguró también ese día que cumpliría con su propuesta de campaña de llevar adelante el llamado Plan toda una vida, una serie de misiones sociales que favorecerán a mujeres embarazadas, recién nacidos, adultos mayores, así como la construcción de 300 000 viviendas para los más pobres y los afectados por el terremoto de 2016.

Una de las invitaciones más seguidas por la clase política ecuatoriana fue la cursada el pasado día 4 a los dirigentes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), alejados del anterior gobierno, a quienes les entregó su sede tradicional por un plazo de 100 años.

Para los seguidores de la política ecuatoriana, Moreno parece marcar una agenda postcorreismo sin declararlo de esa manera. Eliminó, por ejemplo, la Secretaría del Buen Vivir, uno de los bastiones del anterior mandatario, y el Plan Familia, que, dijeron voceros oficiales, no cumplían las funciones para los cuales fueron creados.

Uno de los puntos tratados con los adversarios de Alianza País -según esas fuentes- fue la Ley de Comunicación, cuya derogación fue solicitada por los históricos opositores de la Revolución Ciudadana, un movimiento que transformó para bien la vida de millones de ciudadanos del llamado país de la mitad del mundo.

A nivel popular, los pocos días que lleva Moreno al frente de la nación le resultan favorables. De acuerdo con la encuesta CEDATOS, el 66 por ciento de los interrogados aprueba su gestión y un 63 por ciento lo cree confiable. Otra empresa, Perfiles de Opinión, subió la parada con una imagen positiva del 84 por ciento y credibilidad en un 68 por ciento.

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