La insonme pupila de Rubén

Así terminaba la existencia del gran intelectual, escritor, revolucionario y comunista de los 20s y 30s del siglo XX cubano.  Pronta se apagó su vida con “luz plena de mediodía”, como al coincidir en un viaje por tren con el Generalísimo Máximo Gómez, al ver sus ojos el venerable “Viejo”, héroe de dos guerras, le vaticinara. De tan breve vida como de grande obra, fue su mediodía pleno de luz.

Rubén Martínez Villena había nacido en el pueblito habanero de Alquízar el 20 de diciembre de 1899; hijo de un matrimonio donde armonizaron la belleza y buenos modales de una madre tierna y el ímpetu de un padre honorable que hizo del magisterio su profesión. De aquella unión vino al mundo un hijo que consagró la vida en favor de la soberanía de su país y al lado de los explotados y más humildes porque en ellos reside el más íntimo y valioso acervo patrio.

La razón de su causa fue tal que la rebeldía no conoció de límites. Así fue como el 18 marzo de 1923, recién graduado de Derecho, encarnó  junto a otros jóvenes intelectuales de su tiempo lo que conocemos como “Protesta de los Trece”, gesto de dignidad y denuncia contra la corrupción política imperante. Al otro día la prensa habanera publicó un manifiesto político escrito por Rubén donde alegó las razones de aquella acción cívica reivindicadora de la conciencia nacional.

Fue él quien tuvo la audacia de enfrentar personalmente a Gerardo Machado en 1925 para solicitar la excarcelación de Julio Antonio Mella; entonces se produjo el histórico encontronazo entre aquel joven de 26 años y el soberbio tirano, donde Rubén lo calificó de “asno con garras”.

Participó en la fundación de la Falange de Acción Cubana, del Grupo Minorista, en el Movimiento de Veteranos y Patriotas, en estrecha amistad con Julio Antonio Mella en la Universidad Popular José Martí, donde ejerció como profesor; tras el asesinato de Mella en México por esbirros del tirano Machado, correspondió a Rubén, como dirigente del Partido Comunista y miembro de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) de la que fue asesor legal, la preparación de la primera huelga antiimperialista acaecida en marzo de 1930.

Su salud, minada; presa de una tuberculosis que pocos años después lo llevó a la muerte. Apenas sin fuerzas físicas seguía luchando y se apagaba poco a poco. Para quien abraza un ideal justo y elevado – como lo hizo él –, mientras el corazón late no hay descanso.

La vida de Rubén fue intensa. En 1933 regresó de la Unión Soviética, a donde fue para intentar reponerse de su enfermedad; y de vuelta en Cuba, con el cuerpo quebrantado, pero el alma briosa, encabezó los preparativos de la huelga general que derrocó la tiranía machadista en las jornadas heroicas de agosto de 1933. Desde su lecho de muerte, sacando fuerzas de lo más hondo de su conciencia revolucionaria y comunista, se dedicó a organizar IV Congreso Obrero de Unidad Sindical, que se celebrara del 14 al 18 de enero de aquel año y fue de aquellos días, el 16, cuando finalmente empezó a “dormir con el párpado abierto”.



Además de líder de la avanzada política de la Generación del 30, que como anteriores fue frustrada en su empeño por el intervencionismo foráneo y la traición de algunos mal llamados cubanos, resulta imprescindible conocer a Rubén Martínez Villena en su dimensión intelectual desde su pensamiento político-literario; de su poesía, cuentos y crónicas.

Es punto de referencia para los jóvenes de nuestra época, a quienes el quehacer revolucionario convoca en esta nueva etapa de perfeccionamiento de nuestro modelo político, económico y social inspirado en los ideales de quienes a semejanza de Rubén fueron –tal como expresara otro compañero suyo de lucha, el intelectual y revolucionario Raúl Roa -, “la semilla de fuego en el surco”.  Ser en esta época, actuar en estos tiempos como habría actuado Rubén si la Revolución – esa única de Céspedes a Fidel -, no se hubiese “ido a bolina en el 30”.

Fidel,  nuestro eterno líder rebelde, incansable y pensador profundo como en su época lo fue Rubén Martínez Villena, interpretó el momento histórico, y con la energía creadora de la Generación del Centenario emprendió la “nueva carga al machete” que el joven del 30 pidió para “matar bribones y acabar la obra de las revoluciones”.

La insomne pupila de Rubén también le pertenece a la juventud cubana de este tiempo. Inspirada en el Concepto de Revolución dado por Fidel, a la nueva generación corresponde preservar y perfeccionar la obra de la cual son depositarios, y con sabio empeño seguir entregándose a ella con infinito amor.

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