Identidad cubana: la forja perpetua (IV) Maestros, filósofos y poetas

En materia artística, Esteban Salas (1725-1803) se convierte en el primer clásico de la música cubana con sus creaciones en la capilla de música de la catedral santiaguera; mientras Tadeo Chirino (1717-1791) y Nicolás de la Escalera (1734-1804) son pioneros de las artes plásticas en la Mayor de las Antillas.

La salida del Papel Periódico de la Havana (Sic), en 1790, y la constitución de la Sociedad Económica de Amigos del País (1792), agruparon las mentes más notables de un período de institucionalización literaria y modernización técnica.

Tomás Romay (1764–1849), introduce la vacuna en Cuba.  José Agustín Caballero (1762-1835) asume la experimentación en la enseñanza cubana y escribe nuestra primera obra filosófica: Philosofía Electiva (1797).

Francisco de Arango y Parreño (1765-1837) con su «Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla» mostró las vías para mejorar el ámbito agrícola y tecnológico, el comercio y el progreso científico. No se limitó al ensayo, viajó constantemente para lograrlo. Mantendría su fidelidad a España, más su interés y su sentido era Cuba.Para Jacobo de la Pezuela fue el hombre que, en su momento, más influyó en los destinos de su país.

José de la Luz y Caballero (1800- 1862)colgó los hábitos y se internó para siempre en la enseñanza.Fundó el Colegio del Salvador, con sus famosas «pláticas de los sábados». Sus Aforismos constituyen un legado peculiar dentro del pensamiento cubano. Entre ellos cabe destacar  aquel que realza el ejemplo: «Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo».

En la relación de notables patriotas no puede faltar José Antonio Saco (1797-1879). Algunos pretenden  hacerle zozobrar en sus prejuicios raciales, masfue de aquellos que ya sentía a Cuba en el centro del pecho y resultó un látigo contra el anexionismo, en sus famosas polémicas. «Negar la nacionalidad cubana, es negar la luz del sol de los trópicos», escribió el polemista Saco, cuando la nación independiente estaba todavía por conquistar.

Desde el costumbrismo literario, Cirilo Villaverde alentó el «ser cubano» con la novela  Cecilia Valdés (1839). Su protagonistaha pasado a ser «la cubana» por excelencia. Entretanto Gertrudis Gómez de Avellaneda publica Sab (1841), primera obra abolicionista de nuestra literatura, al admitir la pasión de una señorita blanca por su esclavo. Fue todo un escándalo en su época.

Por su parte, Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido (1809-1844), fusilado por el poder colonial español, escribe su soneto «El Juramento», un verdadero auto de fe, en el cual asegura: «Ser enemigo eterno del tirano; / manchar, si me es posible, mis vestidos / con su execrable sangre, por mi mano //derramarla con golpes repetidos, /y morir a lasmanos de un verdugo / si es necesario, por romper el yugo».

La poesía había tomado carácter profético antes, con José María Heredia (1803-1839). Vivió en Cuba muy poco; pero su cubanía resulta medular. Para Leonardo Padura, «su gran proeza (…) fue darle forma estética a esa sensibilidad en ciernes y acelerar el proceso de gestación del espíritu cubano y la certidumbre de pertenecer a una patria distinta y reconocible». (1)

Bastará asomarse al Himno del Desterrado, escrito en fecha tan temprana como 1825. La patria arde en la metáfora herediana: «¡Cuba! al fin te verás libre y pura / Como el aire de luz que respiras, / Cual las ondas hirvientes que miras / De tus playas la arena besar. / Aunque viles traidores le sirvan / Del tirano es inútil la saña, / Que no en vano entre Cuba y España / Tiende inmenso sus olas el mar».

NOTA:

  • Leonardo Padura: José María Heredia: La Patria y la vida, Ediciones Unión, La Habana, 2003, p. 48.

 

 

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